Yo acuso
Carta
abierta a los ciudadanos de la República de Chile
Estimados
ciudadanos:
Me
permito distraer su atención para denunciar un doloroso despojo que se viene
produciendo en forma ininterrumpida en contra de casi todos los chilenos, en
especial de los más pobres, desde hace ya 30 años.
Al
hacerlo, no me anima motivación política alguna. Soy absolutamente
independiente. No milito en partido político alguno y jamás he desempeñado
cargos públicos. Sólo es la indignación lo que me lleva a exponer esto. Soy un
ciudadano hastiado, aburrido, de ser víctima de un abuso tan burdo, que lleva
ya tres décadas consumándose, y que lo seguirá haciendo, según parece, durante
los próximos cuatro años.
Me
refiero al gigantesco subsidio que el Estado chileno entrega, desde 1984, a
todas las empresas que operan en el país, al eximirlas del pago de impuesto a
la renta con el propósito de que utilicen los tributos que están obligadas a
enterar en arcas fiscales (el impuesto de primera categoría), para pagar los
impuestos personales de sus propietarios.
Cualquier
análisis objetivo de la realidad nacional concluirá que son las empresas
quienes mayor uso hacen de la infraestructura estatal y de los servicios que
ella otorga (piensen, si no, de dónde provienen las demandas que abarrotan los
juzgados civiles; o en la actividad que desarrollan los cinco ministerios
sectoriales y el nutrido stock de superintendencias de que disponemos), y quienes
mayor provecho económico sacan del normal funcionamiento de la sociedad-país. Las
empresas no pueden existir sin sociedades-países que las acojan (imaginen un
Banco en medio de los Campos de Hielo o en la inmensa soledad del desierto de
Atacama), y les resulta imprescindible que éstas funcionen bien, ya que en caso
contrario su rentabilidad se ve seriamente comprometida.
Por
esta razón, deberían aportar a su financiamiento. Es de toda justicia que
quienes consumen servicios, de cualquier índole, contribuyan a financiarlos.
Por el contrario, es tremendamente injusto que no lo hagan, como ocurre hoy en
Chile. Y nada mejor que las cifras duras (que, como tales, son tercas e
incontestables) para comprobarlo.
Observen,
por favor, la tabla siguiente, elaborada con cifras extraídas de la página web del
SII el día 10 del presente, y con datos
entregados por el mismo servicio bajo el amparo de la ley de transparencia:
PARTICIPACIÓN SOBRE RECAUDACIÓN TRIBUTARIA TOTAL (%)
CONCEPTO
|
2011
|
2012
|
IVA
Impuesto a la renta
-1ª categoría
-Global
complementario
-Crédito 1ª
categoría
-Pago integrado real
|
45,2
42,8
19,4
-0,5
3,1
2,6
|
45,8
41,8
25,4
-0,6
3,5
2,9
|
Traduzcamos
las cifras a lenguaje cotidiano. Del total de la recaudación tributaria (que,
como ustedes saben, es la mayor fuente de financiamiento fiscal), el IVA
representó en los dos últimos años poco más del 45%. El impuesto a la renta,
algo menos; alrededor de un 42%. El impuesto de 1ª categoría que pagan las
empresas, representó sólo un 19,4% el 2011 y subió a un 25,4% el 2012.
Sin
embargo, como este impuesto es sólo un anticipo de los impuestos personales de los
empresarios, lo que realmente pagaron en impuestos éstos y sus empresas, es la suma del crédito
de primera categoría y el global complementario, vale decir, el pago integrado
real: 2,6% el 2011 y 2,9% el 2012. El resto de la recaudación por concepto de
1ª categoría queda, como ustedes saben, reflejado en el FUT, como anticipo de
impuestos personales para cuando los empresarios decidan retirar sus
utilidades.
Estimados ciudadanos: ésa es la vergonzosa
realidad tributaria de nuestro país. La recaudación por concepto de impuesto a
la renta entre empresarios y empresas representó sólo un 2,6% por ciento del
total el 2011, y sólo un 2,9% el 2012. Yo
acuso, por medio de esta columna, que las empresas chilenas y sus propietarios,
que usan a destajo los servicios estatales, financian menos de un 3% de su
costo anual. ¿Les parece un despojo? Pues claro que sí. Eso es,
exactamente.
¿Y
de dónde proviene esta vergüenza? De la modificación que, en 1984, efectuó Pinochet
al sistema de impuesto a la renta. Aduciendo que había que corregir la “doble
tributación” existente e incentivar la reinversión en las empresas, lo
reemplazó por el que, con cambios menores, sigue vigente hasta hoy (que es el
que provoca esas irrisorias cifras).
Pues bien, yo acuso a todos quienes
plantean que el sistema vigente favorece la reinversión, de faltar a la verdad.
¿Por qué? Porque las empresas siguen, tal como lo hacían antes de 1984,
tributando en primera categoría, de manera que no han dispuesto de ningún peso
extra para reinvertir. ¿Cómo puede usted
favorecer la reinversión si las empresas, que son quienes reinvierten, ponen en
manos del Fisco la totalidad del impuesto de primera categoría?
Acuso también a todos quienes plantean que
el sistema vigente evita la doble tributación, de faltar a la verdad. Tal
afirmación nace de una enorme falacia, de una rueda de carreta de tamaño XL que
nos han obligado a tragar durante estos 30 años: que las empresas son lo mismo
que los empresarios (sólo puede existir doble tributación cuando un sujeto
específico se ve obligado a tributar dos veces por la misma renta).
Ustedes,
estimados ciudadanos, pueden revisar la literatura administrativa completa:
cientos de libros especializados, decenas de autores; y en ninguno, pero en
ninguno, encontrarán tan infame especie. Más aún: todos los autores,
taxativamente, plantean en sus obras que empresa y empresario son sujetos
distintos.
Pueden
revisar además toda nuestra normativa (Constitución, Código Civil, Código de
Comercio, etc.) y no encontrarán ninguna, pero ninguna, disposición donde se
establezca que personas naturales y empresas son lo mismo, menos aún si éstas últimas
poseen, como la inmensa mayoría de las grandes empresas, personalidad jurídica.
¿En
qué manual habrán aprendido estos señores que empresas y empresarios son lo
mismo? ¿Qué facultad de administración se los enseñó? Es urgente averiguarlo,
para mandarla a un proceso de reacreditación inmediato.
Y si
los argumentos que justifican esta barbarie son falacias, ¿en qué se basaron
los autores del sistema para crearlo? ¿Y sus defensores, para mantenerlo? ¿Y
para impedir su modificación?
Yo acuso a los creadores de este inmoral
sistema, de haberlo puesto en práctica con el exclusivo propósito de eximir a
los empresarios del pago de impuesto a la renta. Compare 1983 con 1984 y
verá que la única diferencia fundamental entre ambos, es que los empresarios
pagaban impuestos a la renta el 83 y dejaron de hacerlo el 84. No hay otra. Los
hechos son tercos como las puertas de una bóveda. No se puede argumentar en su
contra.
No
necesito, creo, ahondar en cuánto influye este sistema en la brutal desigualdad
que nos afecta. Con lo que ganan empresarios y empresas y con lo que pagan de
impuestos, está más que claro.
El
punto de que este sistema ha estado vigente durante 30 años, no es menor. En
veinte de ellos, los dos tercios del período, la concertación estuvo en el
gobierno. Y, pese a tener todos los datos a su disposición, nada hicieron para
corregirlo. ¿Por qué? Yo acuso a los
gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, de no hacer nada para modificar un
sistema de impuesto a la renta vergonzoso. Acuso también al Congreso en pleno, por
parejo, de mantener cómplice silencio durante los últimos 23 años. ¿Por qué?
Saquen ustedes sus propias conclusiones.
A
Piñera no necesito acusarlo. Él es coherente con su forma de pensar. El
neoliberalismo promueve la explotación del hombre por el hombre, y él es un
neoliberal de tomo y lomo. Iría contra su naturaleza impulsar un cambio en un
sistema que, además, lo favorece directamente (¿hay o no aquí conflictos de
interés?).
Pero
sí, y con esto termino, debo acusar delante de todos ustedes al equipo que
elaboró el proyecto de reforma tributaria de Michelle Bachelet. Los cambios que
ellos promueven, no afectan en nada la raíz del problema. La propuesta de la
candidata persiste en el absurdo predicamento de los impuestos integrados.
Además, ellos también faltan a la verdad cuando dicen que eliminarán el Fut, ya
que en esa misma propuesta, este tan manoseado registro contable goza de
excelente salud.
Reflexionen,
ciudadanos chilenos. Ya son 30 años que nos pasan por el aro. ¿Cuántos más
esperaremos antes de pararles el carro a los responsables de tamaña vergüenza?
Ustedes
tienen la palabra.
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