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Mostrando las entradas de septiembre, 2014

El país de los huevones, segunda parte

No hay primera sin segunda, dicen los habitantes de ese vapuleado país, y tienen razón. Describir su forma de vida y su comportamiento da para muchas entregas; para una saga completa, en verdad. En  mi anterior columna dije que este asunto calificaba para libro, y no estaba exagerando. Ocurre que en un país estructurado por los huevoneses avispados para servirse de él, a costa de los sufridos y resignados huevoneses pasmados, no puede ser de otra manera. Las barbaridades y las bellaquerías emergen por donde uno mire, como los hongos en el bosque después de un día lluvioso. De manera que lo invito a seguir revisando el listado. Hablemos, por ejemplo, de los abusos. Por estos días, como noticia destacada en algunos medios huevoneses (los organismos oficiales de distribución del pensamiento heuvonés avispado tendieron a darle poca relevancia o, en algunos casos, a omitirla), se menciona el caso del grupo “Apesta”. La noticia es que los dueños de este conglomerado, varias de cuyas

El país de los huevones

Más allá de la Tierra de los Inocentes, entre el Mar de la Tontería y la Cordillera de la  Ingenuidad, se ubica el País de los Huevones. Confieso hidalgamente que no recuerdo el gentilicio exacto que con que se conoce a sus habitantes (si seré...). Quizás huevonistas, huevoneses, huevonenses, huevonianos, huevoncianos, huevanos o algún otro que se me escapa. ¿Quién sabe? Me comprometo a hacer memoria y a investigar el tema y comunicárselo no bien dé con la respuesta correcta. Mientras tanto, sólo porque es el que más me agrada, en este artículo usaré huevoneses. Lo primero que llama la atención cuando uno observa a este singular país, por muy superficial que sea la observación, es la enorme desigualdad y la drástica segregación existentes. Hay dos mundos ahí, claramente definidos y separados por un ancho abismo: el de los “huevoneses avispados” ―un pequeño grupo de privilegiados que concentra toda la riqueza y el poder político y económico, y que habita en una burbuja dotada d

LA ENORME MENTIRA DE LA “DOBLE TRIBUTACIÓN”

Como usted seguramente sabe, amigo lector, en Chile las empresas NO tributan. Ellas pagan el impuesto de primera categoría, desde luego, pero éste no es de beneficio estatal. En nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en las naciones desarrolladas, los impuestos que pagan las empresas son meros anticipos de los tributos personales de sus propietarios. En palabras simples, en Chile las empresas no tributan porque pagan los impuestos personales de sus propietarios, para evitarles a éstos el tener que pagarlos de su propio bolsillo (como lo hacen, le recuerdo, todos los empleados que tributan). Las empresas no tributan, cierto, pero, ¿deberían tributar? Desde luego. No cabe ninguna duda de ello. De hecho, es inmoral e irracional que no lo hagan. Es, lisa y llanamente, una sinvergüenzura. Y para respaldar tan drástica afirmación, permítame exponerle dos razones: LOS EMPRESARIOS Y LA COMUNIDAD SON SOCIOS