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Mostrando las entradas de febrero, 2014

¿Cómo combatimos la corrupción?

Aunque no al nivel de otros países (todavía, al menos), lo concreto es que la corrupción está instalada desde hace tiempo en nuestra vida diaria. Ya en los ochenta, en plena dictadura, se mencionaban las jugosas “coimisiones”,  cobradas por quienes detentaban los cargos claves, como un factor relevante en las privatizaciones de empresas públicas, en la enajenación de bienes fiscales, en las adquisiciones de bienes y servicios por parte del Estado (entre ellas, las de material militar), en el uso de recursos públicos para fines privados (¿se acuerda de los "pinocheques"?) y en el otorgamiento de créditos Corfo. Se hablaba, por esas fechas, de verdaderos equipos multidisciplinarios, antecesores de los lobbies, a los que había que recurrir para conseguir determinados beneficios, aunque no se dispusiese de los requerimientos mínimos para tal efecto. Con la llegada de la democracia, el problema no se corrigió (tampoco, como sabemos, se investigó). En una de ésas, hasta se acr

Las "Becas Piñera"

Si alguien quisiera defraudar al Estado —aunque usted no lo crea, hay personas que se dedican a cometer ese tipo de fechorías— podría intentarlo (normalmente con buenos resultados) por varias vías: facturas falsas, contratos truchos, sobreprecios en bienes y servicios (muy usado en el pasado), sobresueldos (alguna vez se utilizó con la connivencia de todo nuestro sistema político), venta de bienes fiscales (desde bienes raíces, empresas públicas y recursos naturales, hasta chatarra) a vil precio y un largo etcétera (la imaginación del ser humano, en este tipo de materias, es desbordante). Una de las más sencillas de usar, sin embargo, es la de los honorarios. El mecanismo es simple: año a año, el Congreso autoriza, dentro del presupuesto de la nación y para cada repartición estatal, un monto destinado a “gastos de personal”. Es una cifra global y se aprueba como tal. En parte alguna se cuestiona su composición (cuánto se destina a remuneraciones y cuánto a honorarios) ni su perti

El caso Peirano y el principio de autoridad

Desde los albores de la República, la política chilena se ha caracterizado por la nula, o casi nula, participación ciudadana. Pese a que, en teoría, ésta se ha ido profundizando (hoy gran parte de nuestras autoridades se generan por sufragio popular), en la práctica siguen siendo las cúpulas, los grupos de poder, quienes toman las decisiones. Y hasta hoy lo han hecho sin considerar para nada (o para casi nada; depende de si se está cerca del período eleccionario o no), la opinión de sus “mandantes”. La justificación de semejante proceder es, valga la redundancia, el convencimiento de que “la autoridad (esto es, el poder) radica en las autoridades”, y que los procesos eleccionarios son sólo accidentes; meras interrupciones que —tal como las inundaciones provocadas por los temporales en el invierno— revuelven el escenario político, cierto (nada para preocuparse mucho, en todo caso,) pero sólo por un rato. Una vez que transcurren, todo vuelve a la normalidad. Algunos teóricos, ba

Las mentiras del FUT

¿Qué ocurre si usted descubre que lo han estado engañando durante 30 años, diciéndole que un sistema tributario tiene determinadas virtudes cuando, si usted lo analiza con cierto detalle, realmente no las tiene? ¿Qué opinaría usted de ese sistema? ¿Y de quienes le han mentido? Sería grave, ¿verdad? Como para pensar mal. Pues bien, lo invito a analizar una por una las supuestas virtudes (son nada más que dos, no se asuste) del sistema de impuesto a la renta vigente (conocido popularmente como FUT); aquellas mágicas cualidades que lo convierten, según sus partidarios y defensores, en un verdadero paradigma a nivel mundial (le destaco que ningún país desarrollado, en tres décadas, siquiera ha pensado en considerar este paradigma como alternativa a su propio sistema; ¿se imagina que todos los modelos fuesen iguales, que nadie estuviese interesado en copiarlos?). Antes de hacer el ejercicio señalado, me permitiré aclarar un error conceptual muy extendido, según he constatado leyend

¿Cuáles son las causas de la desigualdad?

No se ha inventado un método más apropiado para combatir un problema específico, hasta la fecha, que atacar las causas que lo producen. En ninguno de los múltiples ámbitos donde se desarrolla la vida humana. Podríamos decir de hecho, y sin temor a equivocarnos, que es el único mecanismo que funciona; que cualquiera que sea la circunstancia en que el mencionado problema se desencadene, su solución definitiva pasa por corregir aquello que lo origina. Con la excesiva desigualdad (que, aunque algunos sostengan lo contrario, es un grave problema social) ocurre lo mismo. Si usted pretende solucionarla tiene que, obligadamente, intervenir los factores que la generan. Y, no faltaba más, para ello debe primero identificarlos. Veamos, entonces: ¿cuáles son las causas de la desigualdad? Ya que no están disponibles donde deberían hallarse (si el tema en verdad se considerase relevante, tendrían que estar profusamente detalladas y analizadas en las webs gubernamentales y en el programa