Programas de los candidatos: Los temas ausentes
Hay
casi de todo en los programas de los candidatos: desde escuetas declaraciones
de principios, pasando por meros listados clasificados de ideas (del tipo
brainstorming) y nuevas versiones del chiste de los fenicios, hasta compendios bastante
más elaborados (mamotretos, como los llama nuestra casi segura futura
presidenta), que incluyen diagnósticos de la situación actual de nuestra
sociedad y extensos listados de compromisos (posibles soluciones a los problemas
detectados, que se pretenden poner en práctica si se llega al gobierno). Se
echa de menos en estos últimos, eso sí, el cómo se implementarán (el programa
propiamente tal), pero ésa es una falencia generalizada, por lo que no permite
discriminar entre las distintas propuestas.
Es
interesante constatar que una lectura incluso superficial de éstas, permite
descubrir numerosas ideas viables, algunas muy atractivas. Existe, no cabe
duda, bastante material al que recurrir si se quiere establecer un programa continuo
de mejoramiento de nuestra sociedad.
Sin
embargo, hay ciertos temas que quedaron fuera, omitidos por completo o muy poco
considerados. Dado que me parecen relevantes, y reconociendo que eso no
significa de modo alguno que tengan que serlo para los candidatos, me he
permitido dedicarles la presente columna. Para que quede constancia de que
existen, al menos.
Partamos,
como corresponde, por el principio: ¿cuál es el objetivo central de los
programas planteados? ¿Cuál es el hilo conductor de las reformas que cada uno propone?
Salvo Alfredo Sfeir, que dedica toda su propuesta a describir el país que
pretende lograr, los demás se van en puras vaguedades: que un país más justo,
más equitativo y bla, bla, bla. Nadie define qué, exactamente, es lo que pretende.
Porque, ¿qué es un país más justo? ¿Qué significa ser más equitativo? ¿Alguien
puede definirlo?
Uno
esperaría que se hubiesen expuesto las cifras que nos condenan; que se hubiese
señalado que nuestro coeficiente de Gini actual es superior a 0,5 y que la
relación entre el décimo y el primer decil de ingresos es de 30/1; y que se
hubiese planteado derechamente que un país más justo y más equitativo es aquél
donde ambos indicadores son menores que eso. Además, que se hubiese
comprometido un guarismo (ya sé que es un arcaísmo, pero me agrada la palabreja
en cuestión) específico. Indicar, por ejemplo, que el programa tiene como meta
reducir la relación interdeciles a 20/1.
Así,
usted sabría para dónde va la micro, y podría analizar el resto de las
propuestas en base a la coherencia que mostraran con la meta marco planteada.
Un
segundo punto que echo de menos, es un análisis profundo de cómo avanzar en
mejorar los niveles relativos de ingreso de los sectores más pobres. No existe
en los programas de los candidatos. A ese respecto, hay dos vías para obtener
ese objetivo: aumentando los ingresos de los que ganan menos, y disminuyendo
los de quienes ganan más. En ambos aspectos, uno puede avanzar sin recurrir a mecanismos
extremos. Para aumentar los ingresos de quienes ganan menos, por ejemplo, se
podrían estudiar medidas como:
Subsidiar
a un determinado rango de ingresos con el monto de las cotizaciones previsionales
(el Estado las aportaría directamente a las instituciones correspondientes,
generando un incremento del ingreso disponible de esas personas, de un 20%).
Legislar
en el tema de gratificación legal, haciendo obligatoria la repartición del 30% de
las utilidades. Ello requiere eliminar la modalidad de pago mensual (usted
puede seguir pagando mes a mes la gratificación, pero sólo como anticipo sujeto
a liquidación). Esta medida también trae como consecuencia la disminución de
los ingresos de quienes ganan más.
Aumentar
las vergonzosas pensiones solidarias en forma contundente (alguno de los
candidatos propone llevarlas al nivel del ingreso mínimo).
Establecer,
por medio del Banco del Estado, una línea de financiamiento a tasas prime,
sujeta a descuento por planilla y destinada a comprar las carteras del retail,
de las divisiones de crédito de consumo de los bancos, y de las cajas de
compensación.
Normar
para que los préstamos que efectúa la Tía Rica a quienes se ven obligados a
empeñar sus objetos de valor, se otorguen a tasa prime, y no a las vergonzosas
tasas usureras que se cobran hoy.
Desarrollar,
mediante el sistema de organización de la demanda, un gran proyecto de vivienda
social en los terrenos del aeropuerto de Cerrillos (mejora los ingresos del
primer decil al reducir el gasto en transporte, y disminuye los del décimo, al
prescindir de la utilidad de las inmobiliarias).
Y
para disminuir los de quienes ganan más, algunas como:
Aumentar
(no disminuir; ojo, Michelle, se trata de reducir la brecha, no de
incrementarla) las tasas de impuesto que gravan a los mayores ingresos (creando,
por ejemplo, nuevos rangos de renta).
Reducir
los sueldos de los funcionarios públicos de mayores rentas (me encantó esta
propuesta de G. Jackson y A. Undurraga, qué quiere que le diga; directo al
hueso, como tiene que ser). Las dietas de diputados y senadores se podrían
fijar en 20 veces el promedio de renta del primer decil, por ejemplo, al igual
que las de los ministros, lo cual sería coherente con la relación interdecil de
20/1 que mencionamos más arriba.
Eliminar,
por supuesto, el FUT, estableciendo que el impuesto de primera categoría pase a
ser de beneficio fiscal, impidiendo el uso de los anticipos de impuestos
acumulados, y manteniendo la base de los retiros y dividendos para el cálculo
de los impuestos personales.
Poniendo
en práctica estas medidas, le aseguro que la relación interdecil se reduciría,
en breve lapso, drásticamente. Y, ojo, son todas medidas que no producen
efectos negativos en la inversión. Sólo corrigen evidentes inequidades.
Hay
varios temas más en los que falta profundizar. Por razones de espacio, me
referiré sólo a uno: la transparencia. En este ámbito, las medidas que podrían
considerarse son:
Revisar,
con un hacha en la mano, todos los contratos a honorarios del sector público,
reduciéndolos a su mínima expresión (ojalá eliminándolos). En la administración
pública deberían existir, en lo posible, sólo funcionarios contratados.
Establecer,
para todos los servicios públicos, la obligación de llenar los cargos de
jefatura con funcionarios públicos de carrera. Ello reduciría enormemente los
posibles conflictos de interés.
Eliminar
la prescripción para todo lo que sea delito contra la probidad. Además,
endurecer las penas y hacerlas acumulativas.
Normar
para que el correcto uso de todas las asignaciones parlamentarias sea
corroborado por una instancia externa al Congreso, estableciéndose además la
inmediata pérdida del cargo para quien hiciese mal uso de ellas.
Eliminar
la institución de los abogados integrantes y la de los jueces externos.
Por
cierto, hay más paño que cortar. Mucho más. Son temas que hay que desarrollar
al máximo, para comenzar a reclamarlos con fuerza al nuevo gobierno una vez que
asuma. Porque en estos nuevos tiempos de electores más informados, no se trata
sólo de prometer. También hay que cumplir. Y también, no faltaba más, hay que
exigir.
Para
eso estamos. ¿No le parece?
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