¿Por qué toleramos la elusión?
Los
hechos tienen características particulares que los hacen, pese a ser tan
comunes (todos los días ocurren miles de millones en el mundo), un poco ajenos
a la naturaleza humana. Ésta es, de por sí, maleable, adaptable, flexible,
podríamos decir acomodaticia (enumerar tres o más adjetivos calificativos para
cada sustantivo se me ha vuelto un hábito enraizado; estoy tratando de
combatirlo); aquéllos son inconmovibles, inamovibles, inmodificables, inalterables
(estoy trabajando en ello, insisto). Es como cuando usted está redactando un
mensaje, mete mal los dedos en el teclado o se equivoca en una cifra, y aprieta
Enviar. Desde ese mismo momento, usted está liquidado. El hecho ya se concretó,
y por mucho que usted haga para “sacar la pata” sin consecuencias, ésta no
saldrá limpia. Alguien habrá que, sin ir al fondo del asunto, le enrostrará
periódicamente el error. Los hechos son implacables. Ocurrieron y no hay más que hablar.
Donde
usted, eso sí, puede tener problemas, es intentando probar la ocurrencia de un
determinado hecho. Ahí el asunto ya no es tan sencillo. Para probar, se
necesitan pruebas (le aseguro que no estoy postulando a ningún reconocimiento
internacional con semejante hallazgo). Y las pruebas, a veces son esquivas. En
ocasiones, inhallables.
La
mayoría de las veces, sin embargo, es posible obtenerlas si uno sabe dónde
buscar.
Efectuado
este potente alcance, vamos a nuestro tema. Es un hecho que en Chile se elude
el pago de impuestos a la renta. Todos lo sabemos. Tanto es así, que la
corrección de tal anomalía ha sido mencionada por ambas candidatas finalistas,
como una de las principales fuentes de financiamiento de sus respectivos
programas. No obstante, ¿hay pruebas concretas de ello?
Sí las
hay. De partida, existe una profusa literatura en internet (parte de ella
elaborada por el mismísimo SII) que describe los mecanismos que se utilizan
para tal efecto. No obstante, si ello no es suficiente, usted puede ir directo
a las cifras. Un ejemplo: en mi columna anterior describí uno de los mecanismos
de evasión más utilizado, el retiro de utilidades en exceso sobre el FUT
disponible. Pues bien, ahora debo decirle que en el formulario 22 queda, año a
año, el registro del uso de dicho mecanismo. ¿Dónde? Específicamente en el
recuadro N°6, Datos del FUT, código 320: Exceso de retiros para el período
siguiente. Ahí está, para quien quiera investigar a fondo, toda la evidencia.
Si quiere saber cuánto es lo retirado por los contribuyentes con cargo a ese
mecanismo, usted debe solicitarle al SII que se lo informe. Si así lo hace, se
enterará de que en el 2010 aproximadamente un tercio de los contribuyentes
obligados a llevar FUT registraba esta situación. El monto involucrado mejor no
se lo digo, porque es tan alto, que me resulta imposible creerlo de buenas a
primera (como dicen los contadores, no me cuadra, así que estoy a la espera de
datos actualizados para confirmarlo). Desde luego, dado el actual nivel de retiros
que el crédito de primera categoría cubre a los empresarios ($ 5,6 millones
mensuales app.), quienes efectúan la elusión no son los pequeños empresarios,
sino los grandes y medianos. Son, en otras palabras, quienes más se ven
beneficiados por nuestro actual sistema, los que utilizan las argucias para no
aportarle a éste lo que en justicia le corresponde.
El
punto, en todo caso, no es la cifra exacta, sino la posibilidad concreta de
obtenerla. En este caso específico, por ejemplo, nuestras autoridades podrían,
si quisieran, saber con exactitud cuánto se eludió (¿evadió?) por esta vía y
quiénes fueron los que llevaron a cabo la acción correspondiente. Tienen la
evidencia del problema, y acceso a los montos involucrados y a las identidades
de quienes eluden sus obligaciones tributarias. Y todo eso desde hace muchos
años.
Pero
no sólo ellos están en esa situación: además podría acceder a dichos
antecedentes la Fiscalía, si decidiera que hay en este tema un posible delito
involucrado (si usted usa un vericueto legal en forma reiterada con el
exclusivo propósito de no cumplir una obligación impuesta por la misma
legislación, como Allende con sus famosos “resquicios legales”, ¿no hay
delito?). Y, desde luego, también podría obtenerlos (tal vez no todos, pero sí
los más relevantes) el que Edmund Burke denominó (erróneamente, al parecer) “el
cuarto poder”, la Prensa.
Si
eso es así, ¿puede usted explicarme entonces por qué nadie ha hecho nada al
respecto?
Nótese
que no estamos hablando de una cosa menor.
¿O usted considera que miles de millones de dólares de elusión es menos
grave que la colusión de las farmacias o el caso “La Polar”? El que durante
años los grandes y medianos empresarios hayan usado un mecanismo de dudosa
legalidad para no tributar por sus retiros, ¿es un hecho menor? ¿No amerita,
acaso, una comisión investigadora? ¿Unos cuántos reportajes? ¿Una investigación
de la Fiscalía? ¿Modificaciones legales? Sin embargo, nada de eso existe. Ni el
Gobierno, ni el Congreso, ni la Prensa han investigado. ¿Qué ha pasado en todos
estos años en este país? El abuso institucionalizado es unánimemente aceptado
sin ningún cuestionamiento. Ni siquiera el más mínimo pataleo. ¿En qué nos
hemos convertido?
Respecto
de las autoridades, aceptemos que la dictadura no se preocupara del problema.
Mal que mal, fueron los autores del espurio sistema tributario vigente y no se
le puede pedir almendras a una mata de achicoria. Pero, ¿y los cuatro gobiernos
concertacionistas posteriores? ¿Y el actual? ¿Por qué no lo corrigieron? ¿Me
van a decir que no sabían del problema? ¿Que nunca se ha hablado de elusión en
Chile? ¿Que los mecanismos usados para perpetrarla les son desconocidos? Piense
usted en cuántos empresarios medianos o grandes han pasado por el Gobierno y
por el Congreso (Piñera, Carlos Larraín, Ruiz Tagle, Golborne, por nombrar
algunos). ¿Desconocen ellos este mecanismo de elusión? ¿Nunca lo utilizaron
(éste u otro parecido) en sus empresas?
¿Y
qué ha hecho el Congreso al respecto? ¿Se acumulan, acaso, los proyectos de ley
presentados por los parlamentarios para corregir estas falencias? ¿Cuántos hay
que tocan estos temas? ¿Cuántos parlamentarios se han involucrado en ellos? El
Congreso, amigo lector, no ha hecho nada.
Lo
lamentable del caso, es que si queremos averiguar el por qué de esta situación,
las posibilidades de respuesta son sólo cuatro, y cuál de todas es más
“brígida” (me encanta este término del lenguaje juvenil, disculpe por la
licencia):
O
nuestras autoridades (Gobierno y Congreso), pese a toda la información
existente, ignoraban el problema, lo que nos lleva a dudar de su idoneidad para
los cargos que ocupan;
O lo
conocían, pero no les interesaba, por lo que habrían pecado de indolentes y
negligentes;
O lo
conocían, les interesaba, pero no sabían cómo enfrentarlo, lo que nos devuelve
a la primera posibilidad;
O,
la más terrible, lo conocían, les interesaba, sabían qué hacer, pero no les
convenía llevarlo a cabo, con lo que estarían pecando de venalidad.
Corríjame,
por favor, si se me escapa alguna, pero por el minuto no veo más.
Ahora,
dígame usted, ¿cuál de todas esas opciones es la correcta en el caso de la Prensa?
Un buen tema de discusión, ¿verdad? Podríamos allegar más antecedentes una vez
que se efectúen los debates. Un tema como éste debería dar origen a alguna
inquietud periodística, ¿no es cierto? Las candidatas debieran tener algo que
decir al respecto. ¿Les preguntará alguien? Veamos.
¿Qué
le parece el escenario? Desesperanzador, ¿verdad? ¿Cómo confiar en nuestras
autoridades después de conocer estos antecedentes? ¿Habrá otras materias donde nos
habrán pasado olímpicamente por el aro (la palabra “pesca” se me repite una y
otra vez, ignoro por qué)? ¿Cuántas más?
La
vida casi siempre da nuevas oportunidades, es cierto. La reforma tributaria que
pretende implementar nuestra casi segura nueva presidenta, es una de ellas. Hay
que prestarle mucha atención, porque si el problema descrito no se corrige (de
inmediato, al comenzar el gobierno, no es necesario dilatar más algo tan obvio),
habrá que pensar mal.
Porque
ahí ya no habrá cuatro opciones, sino una sola: precisamente la más “brígida”.
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