La propuesta tributaria de Michelle: esas cifras que no cuadran.

Me referí en un artículo anterior a las incoherencias de la propuesta tributaria de Michelle. En éste analizaré su meta cuantitativa, para determinar si las cifras allí expuestas son factibles de obtenerse con los cambios planteados en ella.

La propuesta global de mayor recaudación de Michelle (3,01% del PIB) asciende a US$ 8.072 millones, siendo su componente más relevante las modificaciones introducidas al sistema de impuesto a la renta, donde se pretenden recaudar US$ 5.149 millones (64% del total).

Según datos del SII, la recaudación por concepto de primera categoría en el 2012 ascendió, con una tasa del 20%, a poco más de US$ 11.020 millones de dólares. Si dicha tasa se eleva al 25% y se supone un crecimiento del PIB de un 4% promedio anual, al cabo de 4 años ―céteris páribus, como dicen nuestros amigos economistas― se debería recaudar alrededor de US$ 3.225 millones adicionales por este concepto. Para alcanzar la meta planteada, faltarían entonces US$ 1.924 millones, los que deberían provenir del otro gran cambio propuesto: el pago de impuestos personales sobre base devengada.

Aquí, sin embargo, el asunto no es tan sencillo. Y nada mejor que un ejemplo para ilustrarlo.

Imaginemos una empresa A con una utilidad de $ 180 millones y con un solo propietario, el señor Z, que retira $ 5 millones mensuales para sus gastos personales. En el esquema actual habría pagado al Fisco un 20% por concepto de primera categoría, $ 36 millones, a título de anticipo del global complementario. Este último, por su parte, se calcularía sobre los retiros, y ascendería, según la tabla vigente, a $ 10.632.734. Y como tendría un crédito de 12 millones (el 20% de sus retiros), terminaría su declaración de renta pidiendo una devolución de $ 1.367.266. En las arcas fiscales quedarían entonces $ 34.632.734 (los $ 36 millones de anticipo menos la devolución) que el Estado destinaría a financiar parte de sus gastos corrientes.

Con la propuesta de Michelle, al cuarto año de vigencia del sistema este mismo señor Z pagaría $ 45 millones por concepto de primera categoría (no olvidemos, como anticipo de impuestos personales) y su global complementario, ajustando la tasa tope a un 35%, sería de $ 51.432.734, por lo que en su declaración de renta tendría que pagar al fisco una diferencia de $ 6.432.734. En las arcas fiscales quedarían entonces $ 16.800.000 más que en la alternativa anterior ($ 51.432.734 - $ 34.632.734).

Hasta aquí, entonces, todo perfecto. De esas diferencias provendrían, entonces, los millones que faltan.

Pero supongamos que esos $ 16,8 millones adicionales le resultan incómodos al señor Z, y éste llama a un contador avezado para consultarle si existe alguna forma de eludirlos. Éste podría sugerirle, por ejemplo, que incorporara a la empresa a su amada esposa y a sus tres hijos (manteniendo el control, desde luego), cada uno con un 20% de la propiedad (aunque usted no lo crea, hay asesores tributarios que sugieren ese tipo de medidas y abogados que les dan forma legal). En ese caso, los socios en conjunto pagarían, según la tabla vigente, sólo $ 16.835.695 de global complementario. Como el anticipo pagado por la empresa habría sido de $ 45 millones, habría que registrar en la cuenta FUT ―¡Pero cómo! ¿No quedamos en que se iba a eliminar?― $ 28.164.305 de anticipos pendientes de aplicar a impuestos personales. Dada la decisión de Michelle de eliminar el FUT, el Estado tendría que devolver ese dinero, por lo que su recaudación neta final sería $ 34.597.039 menor que en el caso anterior ($ 51.432.734 – 16.835.695). En este caso, entonces, el Estado no sólo no recaudaría recursos adicionales pese a los cambios introducidos en el sistema, sino que además recaudaría $ 17,8 millones menos que con el sistema actual ($ 34.632.734 – 16.835.695).

Preste mucha atención a esto, estimado lector, porque es demasiado relevante: la misma empresa, con el mismo dueño, con la misma utilidad, con el mismo sistema tributario, puede estar sujeta a tributos diametralmente diferentes dependiendo de la composición de su propiedad. Usted puede seguir haciendo ejercicios incorporando a los papás del dueño, y el pago efectivo final de impuesto a la renta será aún menor. Concuerdo en que no todos podrán aprovechar de esta forma los vericuetos legales para eludir el pago de impuestos, pero no le quepa duda que todos, salvo que sean muy poco avispados, al menos lo intentarán. ¿Le parece a usted “equitativo” un sistema semejante?

Se lo repito para que quede claro: con el sistema propuesto por Michelle, usted puede conseguir, haciendo algunos cambios completamente legales, pagar incluso menos impuestos que los que paga con el sistema vigente hasta hoy. Las posibilidades son muchas: incorporar nuevos socios, cambiar porcentajes de propiedad, usar sociedades de inversión, comprar empresas con pérdidas, etc. Agréguele a este escenario los beneficios tributarios al ahorro y la depreciación instantánea y tendrá mucho, pero mucho, a lo que echar mano. Los expertos tributarios, se lo firmo, estarán eternamente agradecidos (seguramente habrá en internet numerosos mensajes del tenor “gracias a Santa Michelle por favor concedido). Y lo interesante del tema es que, si antes la elusión era un asunto que sólo se daba en las grandes empresas, con este cambio tenderá a democratizarse. Todas las pymes comenzarán, primero, a mirarlo con interés, y segundo, a usarlo sin asco.

¿Y por qué ocurrirá eso? Por una razón muy simple: por los incentivos perversos que el sistema vigente posee y que la propuesta de Michelle, irreflexivamente, acrecienta. Porque el sistema vigente, al darle al impuesto de primera categoría el carácter de “anticipo”, incentiva a contribuyente a buscar formas de no pagar más, de conseguir que el anticipo efectuado cubra en su totalidad los impuestos personales. Si queda un remanente, bienvenido sea, aunque no es el objetivo primordial. Con el cambio propuesto por Michelle, el incentivo deja de ser “no pagar más” y pasa convertirse en “maximizar la devolución”. Todos estarán analizando cómo recuperar el máximo posible de esos recursos que se vieron obligados a poner en manos del Estado. Y si hay algo en que los privados son eximios, estimados asesores de Michelle, es en sacarle punta al lápiz, en buscarle las cinco patas al gato. Ni les cuento la cantidad de maneras que inventarán para maximizar la elusión.

Vamos entonces a la pregunta del millón: ¿en qué escenario los asesores de Michelle calcularon los US$ 1.924 millones que faltan? ¿Cuáles son los supuestos que les permiten asegurar que con los cambios propuestos se producirá ese incremento en la recaudación? ¿Sería factible conocerlos ahora mismo?

El problema es que cuando usted abre la puerta a la elusión, tiene que afirmarse los pantalones. Hasta ahora estaba medio abierta. Con los cambios que Michelle propone, se abre por completo. ¿Cuál es la razón de complicarse así la vida (y de complicársela, de paso, al SII)?

Le complemento el ejemplo anterior con la tasa final que paga el señor Z, tras los cambios legales que, ladinamente, introdujo con la ayuda de sus asesores: sólo un 9,35% sobre su utilidad total. La mezcla de expertos tributarios y abogados es explosiva. Casi, diría yo, perversa.

Compliquemos un poco más el tema y supongamos que el señor Z tenía, al cuarto año de vigencia de la modificación, en su registro FUT, utilidades pendientes de tributación por $ 300 millones, y anticipos a descontar de los impuestos personales por $ 60 millones. ¿Qué ocurriría en ese caso con los $ 180 millones de utilidad y los $ 45 millones de impuesto de primera categoría del ejemplo? ¿Se sumarían a las cantidades restantes para rebajar desde allí los correspondientes tributos personales y las utilidades tributadas correspondientes? ¿Cómo funcionaría semejante esperpento? Porque, siguiendo con el ejemplo y asumiendo que la decisión de terminar con el FUT va, las cantidades que entren y las que salgan deberían, necesariamente, ser iguales (como no debería acumularse más FUT, si yo le sumo $ 180 millones de utilidad, tengo que sacarle los mismos $ 180 millones; lo mismo para los anticipos). ¿Qué ocurrirá entonces con los saldos anteriores? ¿Cómo se extinguirán? Sería muy interesante conocer la respuesta.

Insisto. Algo no anda del todo bien con esta propuesta. Diría yo que mantiene, incluso acrecentados, todos los vicios del sistema vigente. ¿Será que Michelle se está volviendo neoliberal? ¿Que el repugnante bicho del egoísmo individualista que empapa ese inmoral sistema se está haciendo un nido en el corazón de nuestra casi segura futura presidenta? ¿Qué ocurre, Michelle? ¿Será también así en las demás propuestas?

Las otras medidas propuestas están demasiado en pañales aún como para analizarles en profundidad. Echo de menos, por ejemplo, la eliminación total del llamado “impuesto a las constructoras”, una verdadera aberración tributaria que ha durado demasiado tiempo (no deberíamos extrañarnos por ello, sin embargo, si una medida tan inmoral como que las empresas no paguen impuestos de beneficio fiscal, lleva ya 30 años y Michelle pretende que siga así por otros 30 más).

Noto, eso sí, que en el combate contra la evasión falta más uso de las actuales tecnologías y de los controles que, por sus especiales características, provee la propia contabilidad. El principio de la partida doble es una herramienta muy potente que no ha sido usada como corresponde en el control de la evasión.

En una próxima columna me comprometo a proponer un sistema de impuesto a la renta bastante más equitativo y simple, así como algunas interesantes medidas para combatir la evasión. Mientras tanto, quiero hacer un llamado a la cordura. Estimada Michelle, no siga con esto. Si no es casualidad que en ningún otro país del mundo exista un sistema semejante. Algo sabrán de tributación en Europa, en Norteamérica y en Asia. ¿Por qué, si lo que tenemos es tan bueno, en 30 años nadie nos ha copiado? ¿Se lo ha preguntado usted? Y si lo ha hecho, ¿por qué insiste en más de lo mismo?

Nuestro criollo Condorito le exigiría una explicación. Yo, con todo respeto, humildemente se la pido.

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