¿Quién dijo que las AFPs son un buen sistema?
Usted,
estimado lector, es una persona ilustrada. Sabe, por consiguiente, que en este
complejo mundo donde vivimos, los absolutos son muy escasos, por no decir que
no existen. Así, conceptos como la belleza y la fealdad, la bondad y la maldad,
el egoísmo y la solidaridad, y tantos otros, nacen de la comparación. Usted no
es bonito o feo por definición. Lo es en relación con otro ser humano o con
algún patrón promedio de belleza, ya sea explícita o implícitamente aceptado
por la mayoría. El dicho popular “cuestión de gustos” sintetiza esa realidad:
las características, los adjetivos, no son categóricos e irrefutables; dependen
del parangón que utilicemos para asignarlos.
Nuestro
sistema de fondos de pensiones no escapa a esa realidad. Para saber si es bueno
o malo, no son suficientes las declaraciones ni los artículos publicados por la
asociación gremial que agrupa a las AFPs. ¿Se imagina al gerente de esta institución
declarando que el sistema perjudica al afiliado? Sería como si los presidentes
de Colo Colo o de la U manifestaran que los equipos que dirigen son malos; o
como si el presidente de la asociación de farmacias saliera a denunciar la
colusión de sus asociados. Las alabanzas que provienen de las partes más interesadas,
no son elementos de juicio.
Tampoco
lo son, desafortunadamente, los informes de la Superintendencia de Pensiones,
institución que, por si usted no lo sabe, no tiene por función defender los
intereses del afiliado, sino sólo controlar que la legislación pertinente se
cumpla. Por cierto, si ésta es inadecuada y perjudica al cotizante, dicha
situación no variará por muy bueno que sea el desempeño de de dicho organismo,
ni tampoco será denunciada por éste. Y no porque la Superintendencia no esté
cumpliendo con sus funciones, sino porque tal propósito excede su competencia. De
manera que para saber si el sistema es bueno o malo, tenemos que compararlo,
enfrentarlo, con otras alternativas.
Le
propongo tres: (1) confrontarlo con el mismo sistema, con iguales
rentabilidades y montos pagados en comisiones, pero con éstas calculadas y
pagadas sobre el fondo administrado; (2) compararlo con el mismo sistema, con
iguales rentabilidades, pero considerando las menores comisiones históricas de
administración; (3) cotejar los resultados del mismo sistema, pero sólo para el fondo A, en relación con la rentabilidad generada por el IGPA y el IPSA.
Vamos
con la primera. Lo invito a revisar el siguiente cuadro, donde se comparan los
resultados obtenidos por un afiliado cuya renta real es de $ 500.000 mensuales,
en el fondo C, considerando los promedios anuales de rentabilidad y comisiones porcentuales
registrados por el sistema desde que rige el actual mecanismo de comisiones (1989),
con los que obtiene en un sistema con iguales tasas de rentabilidad e igual
monto final de comisiones, pero con estas últimas pagadas sobre el total del
fondo administrado. Los datos utilizados son anuales, y se ha supuesto que los
aportes se efectúan al comienzo, y las comisiones y rentabilidades se pagan y
cobran, respectivamente, al final de cada año (cifras en $ reales).
Ítem
|
Sistema
actual
|
Sistema
de comisión sobre el fondo
|
Diferencia
|
Aporte total afiliado
Aporte al fondo
Comisiones
Rentabilidad s/fondo
Fondo final
Rentabilidad total
Rent. promedio anual
|
18.575.400
15.000.000
3.575.400
19.019.162
34.019.162
83,14%
2,55%
|
18.575.400
18.575.400
3.575.400
22.519.837
37.519.840
101,99%
2,97%
|
0
3.575.400
0
3.500.678
3.500.678
|
Los
resultados son lapidarios: en el lapso indicado, con un sistema de comisión
sobre el fondo usted habría ganado $ 3,5 millones más, con las mismas tasas de
rentabilidad y con las mismas comisiones, que con el aberrante sistema actual,
donde las AFPs cobran, por cada cotización, la comisión de administración
anticipada por ¡35 años! ¿Se imagina? 35 años de comisiones cobradas de golpe
en forma anticipada (como si usted pagara toda la luz de las próximas tres décadas
en la cuenta del mes que viene). La razón de tal resultado es que en un sistema
de comisión sobre el fondo, los montos que hoy pagamos por dicho concepto, y que las AFPs se embolsan directamente, van a parar al fondo,
participando de la rentabilidad de éste. En otras palabras, al obligarnos a pagar
comisiones anticipadas, el sistema vigente nos cercena toda la rentabilidad que
podríamos obtener si ellas ingresaran al fondo antes de efectuar el pago
correspondiente.
Ahora,
como usted habrá notado, las rentabilidades anuales promedio son sustancialmente
menores que las informadas por la Superintendencia de Pensiones. Qué raro,
¿verdad? Déjeme recordarle una frase referida a las estadísticas que anda dando
vueltas por ahí: “las estadísticas son como la minifalda; lo que muestran es
muy atractivo, pero siempre ocultan lo vital”. Le detallo posibles razones que
podrían explicar la diferencia:
La
rentabilidad informada por la Superintendencia no es real, ya que no considera
en su cálculo el costo que paga el afiliado para lograrla. Esto, considerar
sólo los beneficios de una inversión y no los costos, es claramente una novedad
teórica, destinada a revolucionar el monótono mundo de las finanzas.
La
rentabilidad informada es un promedio y como tal, posee todos los
inconvenientes de los promedios, que se ven afectados por factores tales como
las distintas ponderaciones de las rentabilidades obtenidas (los fondos son
variables, por lo que las rentabilidades tienen distintos pesos relativos) y
las diferentes antigüedades de las cuentas individuales (cada cuenta individual
está afectada en forma distinta por las rentabilidades mensuales de los fondos;
en este caso, lo correcto sería informar la rentabilidad de cada cuenta
individual, cosa que no se hace, ya que el sistema está enfocado justamente a
ocultarla).
La
sensibilización del sistema actual al porcentaje de comisión pagado, produce
resultados casi tan abismantes como los señalados más arriba. Por ejemplo, si
durante los últimos 25 años un afiliado con un sueldo real de $ 500.000
mensuales hubiese estado afecto a la comisión que hoy cobra la AFP Modelo en
lugar de las que efectivamente debió pagar, se habría ahorrado $ 2,4 millones
por este concepto, y su rentabilidad real anual (la que se obtiene una vez
descontado el costo, no ésa tan sui géneris que calcula la Superintendencia)
habría aumentado de un 2,55% promedio anual a un 3,3%.
Le detallo algunas de las
preguntas que cabe hacerse en este caso: ¿por qué no se utilizaron desde la
partida mecanismos tendientes a rebajar los costos de administración, y se permitió
que las AFPs obtuviesen rentabilidades abusivas por tantos años?; ¿por qué tal
mecanismo de competencia se introdujo recién en el gobierno de Piñera, y no en
los 20 años de gobiernos concertacionistas? ¿Qué pasó? ¿No entendían el tema?
¿O lo entendían y no les importaba? Y, ¿por qué hoy, cuando es evidente que la
menor comisión produce un efecto brutal tanto en el bolsillo como en la rentabilidad
real de sus cotizaciones para los afiliados, ninguna autoridad les informa
acerca de la conveniencia de cambiarse inmediatamente de AFP? Porque, amigo
lector, si usted no está en la AFP Modelo hoy, está haciendo un muy mal
negocio. Debería considerar, de manera urgente, cambiarse a ella.
Y,
finalmente, comparemos la rentabilidad obtenida por el fondo A, renta variable,
con la rentabilidad promedio del IGPA o en el IPSA, por todo el plazo en que
dicha comparación puede efectuarse, vale decir, desde que están vigentes los
multifondos (desde el 2003). El cuadro
siguiente muestra dichos datos:
Rentabilidad
|
Fondo
A
|
IGPA
|
IPSA
|
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
Total
Promedio
|
26,94%
12,86%
10,21%
22,25%
10,06%
-40,26%
43,49%
11,64%
-11,13%
6,06%
6,79%
98,91%
7,11%
|
46,16%
22,16%
2,72%
34,41%
13,76%
-19,55%
48.86%
38,17%
-12,40%
4,67%
-13,49%
163,47%
10,17%
|
47,85%
21,51%
9,35%
37,1%
13,32%
-22,13%
50,71%
37,59%
-15,22%
2,96%
-16,32%
166.70%
10,31%
|
Otra
vez nuestras AFPs pierden por paliza. Nótese que tanto el IPSA como el IGPA son promedios,
por lo que las rentabilidades obtenidas por inversionistas profesionales como
nuestras AFPs deberían ser superiores a las que ellos generan. Sin embargo, son
bastante inferiores: apenas alcanzan los dos tercios de ellas. ¿Por qué? ¿Es
tan malo el sistema que no es capaz de llegar ni siquiera a los promedios de
rentabilidad de las acciones? ¿O hay en él otros costos involucrados que
desconocemos? ¿Costos asociados a las transacciones, por ejemplo? Y si así
fuese, ¿qué otros costos hay que desconocemos? ¿Y por qué los desconocemos? ¿No
deberíamos conocerlos todos? ¿Y quiénes se benefician con ellos?
Un
sistema que pierde en cada comparación que hacemos y que tiene tantas preguntas
sin respuesta no es, estimado lector, un buen sistema. Es, permítame decirlo,
malo de frentón. La última pregunta, pero no por ello la menos importante, es,
¿por qué entonces se ha mantenido por tantos años? Le encargo la respuesta. Yo,
al menos, no la conozco.
Comentarios
Publicar un comentario