Reforma tributaria: la última oportunidad
La
reforma tributaria entró a tierra derecha y nos preparamos a ver los resultados
de la intervención del Senado. Como corresponde en un sistema democrático
habrá, al parecer, debate; no como ocurrió en la Cámara, donde la gran mayoría
de sus integrantes, como los loros, se limitaron a repetir, sin saltarse una
coma, el planteamiento original del Gobierno.
Dos
opciones se abren respecto de esa curiosa actuación de los honorables diputados:
o no entendieron el contenido del proyecto (y son, en consecuencia, incapaces
de cuestionarlo) o lo entendieron y lo hallaron perfecto (lo que implica,
necesariamente, un problema de juicio, ya que se trataría de la primera obra
humana perfecta de la historia, cosa muy poco probable a la luz de la montaña
de cuestionamientos que ha recibido desde todo el resto de los sectores). Una
tercera ―que el proyecto pasó colado porque había un compromiso político de los
integrantes de la Cámara con el Gobierno para aprobarlo, a como diera lugar, tal
como fue presentado―, no quiero ni planteármela, porque representa exactamente
la antítesis de lo que debe ser la Cámara de Diputados: un organismo
DELIBERATIVO que, poniendo el bienestar del país por delante de cualquier otra consideración,
reciba los proyectos emanados del ejecutivo y los someta a un exhaustivo
análisis para mejorarlos.
Dicho
eso, estimado lector, lo invito a que revisemos en conjunto el cuadro siguiente,
que compara el proyecto del gobierno con el sistema vigente y con un sistema no
integrado, donde empresas y empresarios pagan sus propios impuestos:
ESPECIFICACIÓN
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SISTEMA
ACTUAL
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PROYECTO
DEL GOBIERNO
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SISTEMA
NO INTEGRADO
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Pago de empresas por los servicios públicos recibidos
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No pagan
|
No pagan
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25% sobre la utilidad neta
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Subsidios estatales otorgados por parejo a todas las empresas
(grandes, medianas y pequeñas) vía sistema tributario
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100% de los servicios públicos que consumen
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100% de los servicios púbicos que consumen
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No hay ese tipo de subsidios
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Base de cálculo impuestos personales de empresarios
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Retiros
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Utilidades totales de las empresas
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Retiros
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Quién paga los
impuestos personales de los empresarios
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Las empresas
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Las empresas
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Los empresarios
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Recaudación
incremental estimada por aumento impuesto de primera categoría
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0
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Imposible de estimar
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USD 2.100 millones anuales
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Recaudación incremental estimada por global complementario y
adicional (1)
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0
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Imposible de estimar
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USD 5.000 millones anuales
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Registros requeridos
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FUT y FUNT
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FUT, FUNT y RUA , entre otros
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No se requieren
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¿Elimina el FUT?
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No
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No
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Sí
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Principio del
beneficio
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No lo cumple
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No lo cumple
|
Lo cumple
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Principio de equidad
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No lo cumple
|
No lo cumple
|
Lo cumple
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Principio de simplicidad
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No lo cumple
|
No lo cumple
|
Lo cumple
|
¿Se basa en una
falacia?
|
Sí
|
Sí
|
No
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(1)
Corresponde a USD 2.400 millones de créditos de
primera categoría y adicional, USD 1.600 millones de impuesto sobre utilidades
reinvertidas y USD 1.000 de impuesto sobre retiros en exceso del FUT disponible.
La
estricta verdad, estimado lector, es que por donde quiera usted hacer la
comparación ―en relación al cumplimiento de los principios tributarios, a la
recaudación esperada y su grado de certeza, a la justicia, a la equidad, al rol
redistributivo que debe cumplir un buen sistema tributario, a la facilidad de
entenderlo, de implementarlo, de ponerlo en práctica y, no faltaba más, de controlarlo―,
el sistema no integrado es muy superior tanto al vigente como al propuesto por
el gobierno. Cualquier comparación objetiva que quienquiera pretenda realizar, sólo
puede desembocar en esa conclusión. Tiene todas las ventajas y ninguna, pero
ninguna, desventaja respecto de ellos (las ventajas y desventajas, como usted
muy bien sabe, son relativas).
Tomemos
la recaudación esperada. Coincidirá usted conmigo en que mientras más complejo
sea un sistema tributario, mayor es el campo para la elusión y la evasión. Pues
bien, ¿qué le parece un sistema que descansa sobre declaraciones juradas y que
es altamente vulnerable a traspasos transitorios de propiedad y a todo tipo de
triquiñuelas que los expertos tributarios ya están creando y desarrollando?
¿Cómo puede usted tener alguna certeza al proyectar los flujos en un escenario
así? Agréguele usted la mantención del Fut (hay cierto rango de utilidades
donde éste permanece hasta la eternidad) y la depreciación instantánea, en
especial la del primer año, y tendrá el escenario completo: cualquier cifra que
usted tire a la mesa es imposible de respaldar. La estricta verdad es que nadie
sabe, de ponerse en práctica el proyecto de reforma tributaria tal como está,
qué es lo que va a ocurrir.
En
cambio, disponiendo de la información adecuada, con el sistema no integrado (y
sin la barbaridad de la depreciación instantánea) usted puede proyectar con
enorme certeza los futuros ingresos: son los USD 7.100 millones mencionados en
el cuadro anterior, más USD 280 millones por concepto de eliminación del 57bis
y USD 1.750 millones a obtener vía reducción de la evasión y la elusión, lo que
da un total de USD 9.130 millones. Agréguele USD 690 millones que se obtendrían
si se suprime el crédito especial a las empresas constructoras (otra granjería
sin pies ni cabeza), USD 200 millones si se elimina el 55bis (espero publicar
un muy interesante artículo al respecto en los próximos días), USD 750 millones
si se prescinde del no pago de impuestos de primera categoría por parte de las
empresas con pérdida acumulada (esto es, si se establece que las empresas
paguen el impuesto de primera categoría sobre sus utilidades del año, tengan o
no pérdida acumulada), y USD 540 millones si se obliga a las empresas a pagar
el impuesto específico a los combustibles, y tendrá una recaudación total adicional
superior a los USD 11.000 millones,
bastante mejor que la que, sobre bases más que inciertas, proyecta el Gobierno.
El
punto más relevante que se debe tener presente al evaluar el sistema tributario
vigente y el propuesto por el Gobierno, sin embargo, es que ambos están basados
en una enorme falacia, en un error conceptual gigantesco, morrocotudo (como
diría el sapito Livingstone). Su única justificación es una premisa que no resiste
análisis serio alguno: que las empresas y los empresarios son lo mismo, que no
hay distinción entre ellos, por lo que el sistema tributario puede tratarlos
como un solo ente y darles un trato “integrado”.
Que
las empresas y los empresarios no son lo mismo, es un principio básico de la
administración y del derecho. Se enseña,
por ello, en el primer año de cualquier carrera universitaria relacionada con
dichos ámbitos. Está expuesto, con todas sus letras, en cada uno de los textos
que se usan como bibliografía en todas las facultades de administración del
país y del mundo. Cometa usted el sacrilegio de plantear que son lo mismo, y el
espíritu de Henri Fayol tomará alguna represalia en su contra. Usted puede
corroborar lo que estoy planteando de una manera muy sencilla: leyendo algún
tratado prestigiado de administración básica, el mejor que encuentre; o leyéndolos
todos, si quiere.
Pero
no sólo los textos de administración registran este verdadero axioma
administrativo. Toda la estructura legal del país ―Constitución, códigos, leyes―
lo reconoce. Absolutamente toda, con sólo una excepción: la ley de la renta.
¿Por
qué ocurre tal anomalía? ¿Qué es lo que generó tal excepción? Mi teoría es que
no se trató de un error ―ya que quienes diseñaron el sistema tributario vigente,
allá por los inicios de los 80, conocían muy bien el tema― sino de un mecanismo
creado en conciencia, a propósito, para alcanzar un objetivo muy específico y
definido: minimizar el pago de impuestos de los empresarios. Dos pruebas: compare
usted el sistema vigente hasta 1983 con el que se implementó a partir de 1984,
y constatará que la diferencia fundamental entre ambos son los impuestos que
pagan los empresarios. Todo lo demás se mantiene constante, pero ésos, el
global complementario y el adicional, se reducen de manera brutal. Es el único
cambio relevante. La otra prueba es más reciente: revise la recaudación
tributaria de los últimos ocho años (está en la página del SII) y podrá
comprobar, imagino que con horror, que la recaudación por concepto de global
complementario ha sido negativa en todos ellos. Esto, es, no sólo los
empresarios chilenos no han pagado impuestos de su bolsillo, sino que además, el
Fisco les ha devuelto parte de lo que pagaron sus empresas. Es, desde luego, un negocio redondo.
Las
consecuencias de este sistema están a la vista: una brutal concentración de la
riqueza y una desigualdad galopante. Pero por favor, estimado lector, no me
diga que usted cree que tan pesados lastres no están relacionados con el
sistema tributario imperante, con el dichoso “sistema integrado de impuesto a
la renta”. Está bien ser ingenuo, pero nunca tanto.
Lo
extraño de lo que ocurre hoy, no obstante, es lo que está haciendo la Nueva
Mayoría. Uno esperaría que quienes defienden los intereses de los grandes
empresarios ―las colectividades de derecha, los centros de estudios de esa
tendencia, la Universidad Católica (pobre Jesucristo, qué clase de cosas se
hacen y se enseñan en tu nombre)― defendieran el sistema. Mal que mal, es el
que les permite comer (y muy bien, dicho sea de paso). Sin embargo, que el
conglomerado de gobierno, que viene a cambiar las bases del injusto sistema en
el que vivimos para combatir la desigualdad (se lo escuchó usted a la
Presidenta, ¿verdad?) persista en lo mismo, es inentendible. ¿Qué es lo que los
motiva? ¿Por qué no aprovecharon y cambiaron el sistema vigente por uno que es
mucho mejor que el que propusieron al país, y que además se usa con gran éxito
en todos los países desarrollados? Algo hay ahí que desconocemos, no cabe duda.
Ésta
es, en todo caso, la última oportunidad. Le sugiero, amigo lector, que tome
nota, para que en cuatro años más, cuando se estén viendo los desastrosos
resultados del mal diseñado experimento que pretenden implementar, podamos
pasarles la cuenta a los Arenas, a los Jorrats, a los Pizarros, Montes y
demases, que se han jugado, sin base sólida alguna, por poner en marcha este
mamotreto.
No
soy creyente, pero que Dios nos pille confesados si se salen con la suya.
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