Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios...
En un lapso de pocas horas, Chile
—una
nación ordenada y tranquila que se preparaba para albergar dos eventos
internacionales de enorme relevancia— se convirtió en un volcán en erupción:
un país bajo control militar agobiado por protestas (pacíficas en su mayoría),
saqueos y flagrantes violaciones a los derechos humanos (homicidios, torturas,
baleos a quemarropa) cometidas por militares y policías, y difundidas de manera
profusa por las redes sociales.
¿Las causas? Parecen ser fáciles
de identificar. Las hay recientes —las alzas de servicios básicos, electricidad
y transporte, mientras los sueldos, ya insuficientes, no varían ni un ápice;
los burlescos y, en algunos casos, despectivos comentarios de algunos ministros—,
pero son como ese pequeño temblor que abrió una grieta en el cráter,
permitiendo que el magma que bullía bajo la capa rocosa arrasara con ella y
desatara la erupción. Porque las verdaderas causas son mucho más antiguas y
profundas. Las resumió muy bien la primera dama chilena en un comentario
filtrado por internet cuando pronunció una frase terrorífica por su alcance y
significado: «vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con
los demás».
Quizás por el poco tiempo
transcurrido desde que la pronunció, no se ha aquilatado su impactante
contenido ni las brutales certezas que pueden desprenderse de ella. Anote:
1. Las
autoridades, presidente incluido, tienen plena conciencia de los privilegios
que existen y, sin embargo, no hacen nada por combatirlos y no tienen el menor
escrúpulo en aprovecharlos. La primera dama lo reconoció de manera explícita: «nuestros
privilegios»; esas ventajas ilegales, prohibidas por la Constitución
chilena, de las que ella y quienes la rodean disfrutan sin empacho ni
remordimiento alguno porque son de su propiedad. En Chile, definitivamente,
todos no son iguales ante la ley.
2. Los
privilegiados no renunciarán a sus privilegios por iniciativa propia, sino
porque se ven obligados a hacerlo. «Vamos a tener…» dijo la
primera dama, y fue un lamento, un gemido de dolor, como cuando a alguien le
provocan una herida o le extirpan alguna extremidad.
3. Los
privilegiados no renunciarán a todos sus privilegios, sino a los mínimos
necesarios para calmar las aguas y hacerlas retornar a su cauce. «Vamos a tener
que disminuir nuestros privilegios», dijo la primera dama. No
eliminarlos, sino reducirlos. ¿Cuánto? Pues lo mínimo que se pueda.
4. ¡Qué
hablar de la equidad o de la solidaridad! Los privilegiados solo piensan en
ella cuando están obligados a hacerlo. «Vamos a tener que compartir con
los demás» dijo la primera dama. No compartirán porque es lo que
corresponde. No forma parte de las políticas del gobierno de su esposo. Es una
granjería para salir del paso. Después se verá cómo recuperan lo compartido.
¡Qué tremenda, qué enorme
confesión! Hay que darle las gracias a Cecilia Morel por su sinceridad, por dar
a conocer el real pensamiento del gobierno de Piñera y por permitir que los
chilenos aclaremos, de una vez y para siempre, la desmedrada posición en la que
nos encontramos.
Así las cosas, hay que ver ahora
cómo se sale de este profundo abismo en el que parece haber caído Chile, y la
verdad es que no se ve fácil. Se deben cumplir varias condiciones, entre ellas:
1. Que
aparezca un líder. Ya que Piñera ha renunciado en los hechos a su papel de
conductor de la nación, ya que ha perdido la credibilidad y la autoridad moral
para emprender cualquier acción conciliatoria, tiene que haber alguien
reconocido y respetado que emerja en su reemplazo. No tiene que ser,
necesariamente, una sola persona. Puede ser un grupo de personalidades de
distintos ámbitos que gocen de respeto popular, pero este vacío de poder que
existe hoy en Chile debe llenarse a la brevedad.
2. Que
ese líder presente una propuesta completa y creíble, que arrase con todos
los privilegios (esta es una oportunidad única que hay que aprovechar) y que
incorpore medidas inmediatas, a poner en práctica a la mayor brevedad, y otras
a más largo plazo.
3. Que
todos, políticos, empresarios, trabajadores, cierren filas en torno a la
propuesta de ese líder y comiencen a trabajar en su materialización.
4. Que
se termine de inmediato la ocupación militar. Los militares no están preparados
para controlar el orden público y Chile, hasta donde sabemos, no es una
dictadura (aunque, en una de esas, estoy equivocado en mi apreciación).
5. Que
se aclaren a fondo las violaciones a los derechos humanos cometidas en este
corto período y se castigue de manera ejemplar a todos los responsables, tanto
materiales como intelectuales.
}Los grandes problemas requieren
de grandes soluciones. Es de esperar que todos los chilenos sepamos estar a la altura.
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