¿Quiere opinar del cambio de fiscal? ¿Para qué? Su opinión, téngalo claro, vale callampa
Para
que no se malentienda, partiré recordando que la expresión “vale callampa” ―tomada
del diccionario personal de Ena Von Baer― proviene del ochentero flipper y se
refiere a los bumpers, esa especie de hongos o callampas en los cuales rebotaba
la bola sin dar puntaje. ¿Los recuerda? “Valer
callampa”, entonces (o valer hongo, que es lo mismo), significa sumar cero.
Algo que “vale callampa” es algo que no representa aporte alguno; que, lisa y
llanamente, no vale nada.
Aclarado
lo anterior, pasemos ahora al cambio de fiscales. Tal como el caso Penta (que
ya lleva dos, pero que debe tener un buen número más), este caso también tiene
varias aristas. Revisemos algunas de ellas.
Andresito y sus tíos
A
fines de los ochenta y comienzos de los noventa, Andrés Montes era un
estudiante universitario. En esa época, de seguro, participó en muchas de las
reuniones sociales (asados, parrilladas, cócteles, comidas) que su padre, que
ya era un político de fuste, sostuvo con sus camaradas de partido y de
coalición. A varios de éstos los debe conocer muy bien, tanto como para
tratarlos de “tíos” (por esa costumbre tan nuestra de brindarles a los amigos
de los padres ese cariñoso trato). Y ellos, por su parte, lo habrán llamado
sobrino o, más familiarmente, Andresito.
La
decisión que tomó la Fiscal Nacional (s) Solange Huerta, entonces, obliga a
Andresito a investigar a algunos de sus tíos. Al tío Fulvio, por ejemplo, y al
tío Roberto. ¿Qué ocurrirá si los antecedentes del caso indican que alguno de ellos
participó en un ilícito? ¿Si ameritan solicitar desafueros? ¿Llegará a hacerlo
Andresito? ¿A solicitar el desafuero del tío Fulvio o del tío Roberto, por
ejemplo? ¿Cuán objetiva puede ser una persona en esos casos? Y aunque pueda
llegar a serlo, aunque posea esa rara capacidad de abstraerse de sus
sentimientos e impedir que éstos afecten sus decisiones, ¿por qué someterlo a
semejante prueba? ¿Por qué aplastarlo con semejante presión? Habiendo otros 14
fiscales y estando disponible Carlos Gajardo (que, hasta donde sabemos, no se
había quejado por exceso de trabajo), ¿era ello imprescindible? ¿En qué estaba
pensando doña Solange?
La
legislación chilena, bastante limitada en materia de transparencia, reconoce
sin embargo la figura del conflicto de intereses. El jefe de Carlos Gajardo, el
fiscal Ayala, se había inhabilitado, de hecho, para llevar la arista Soquimich
por dicho motivo. Ahora, en una causa en la cual el fiscal debe investigar eventuales
delitos cometidos por amigos de su padre y, algunos de ellos, casi familiares
suyos, ¿me va a decir Solange Huerta que no hay conflicto de intereses?
Parece
demasiado evidente que ni siquiera fue una mala decisión la que tomó la Fiscal
Nacional (s) al asignar a Andrés Montes a cargo de la investigación de la
arista Soquimich del Pentagate, ¿verdad? Fue una pésima decisión, inaceptable
para una profesional de su nivel. En un país serio, probablemente ya se le estaría
pidiendo la renuncia como consecuencia de ella.
Ahora,
si fue una pésima decisión y ello era claramente previsible ―convengamos que no
es requisito pertenecer a Mensa (asociación formada por personas de CI elevado)
para anticipar los conflictos, tanto públicos como personales, que enfrentará
Andrés Montes si esta absurda medida no se modifica―, ¿por qué la tomó? Nos
vamos entonces a la segunda arista.
¿Por qué Solange Huerta le asignó la arista
Soquimich del Pentagate a Andrés Montes?
Es
imprescindible saber, a ciencia cierta, por qué Solange Huerta hizo lo que
hizo. Por un asunto de mínima transparencia y de respeto a la función pública.
Y como ella no ha salido a explicar las razones de su determinación (¿cuánto se
demorará en entregarlas?; ¿se negará a hacerlo, pese a las repercusiones que
ello tendría?), debemos entrar en el terreno de las elucubraciones. Y en ese
campo, cuatro posibles explicaciones se me ocurren:
1.
Solange Huerta carece de las capacidades
necesarias para desempeñar el cargo que detenta.
Parece claro, ¿verdad? Si no
es capaz de prever los evidentes efectos negativos de sus decisiones ―entre
ellos el hecho de que tendrá que modificarlas antes, incluso, de que sean
implementadas―, ello significa que la mencionada profesional no dispone de las
capacidades requeridas por el alto cargo que ocupa. Porque si Andrés Montes es
un hombre inteligente (por lo que se sabe, sí), lo primero que hará cuando
retome sus funciones es declararse incompetente o renunciar a desempeñar la
función encomendada por evidentes conflictos de interés. ¿Y cómo quedará ahí
doña Solange? ¿O acaso no es un requisito para ser Fiscal Nacional (aunque sea
suplente) analizar los posibles escenarios generados por las decisiones que se
toman?
2.
Solange Huerta quería proteger a eventuales
involucrados, y eligió a la persona más funcional para ello.
Podría ser una posibilidad
también. Según se sabe, el corazón de Solange Huerta está comprometido, en lo
político, con la Nueva Mayoría. Es natural, entonces, que sienta el deseo de
protegerla, y puede haber pensado que ello se lograría poniendo a cargo de la
investigación a una persona cercana a los posibles infractores. Por cierto, tal
posibilidad hablaría muy mal de ella. No puede ser fiscal una persona que toma
decisiones tan relevantes, por tan indignas motivaciones.
3.
Solange Huerta quiere perjudicar a Andrés Montes
(o a su padre, en una de ésas), y le asignó este caso porque sabe que no saldrá
indemne de él.
Como las eventuales
repercusiones de la decisión que tomó Solange Huerta, son tan evidentes, ésta
parece ser una hipótesis razonable. Andrés Montes no sería santo de la devoción
de la Fiscal Nacional (s) y su designación habría tenido como objetivo ponerlo
en una situación inconfortable: o asumía, con todo el peso de la opinión
pública encima, o no asumía, con su consiguiente menoscabo dentro de la
institución. Un perjuicio por donde lo miremos.
4.
Solange Huerta es una estratega brillante y tomó
esta maquiavélica decisión precisamente para atraer los focos de la opinión
pública a la arista Soquimich.
Hay dos vertientes aquí: o lo hizo para
impedir que los involucrados en esta arista salgan libres de polvo y paja (el
criterio aquí, bastante discutible, es que concentrar la opinión pública en un
caso mejora su resultado), o lo hizo para distraer la atención del Pentagate.
De ser cierta tan maquiavélica hipótesis (el fin justifica los medios), sea
cual fuere su interés, nuevamente hablaría mal de ella.
Usted, estimado lector,
seguramente dispondrá de otras hipótesis. Es un hecho sabido que cuando las
decisiones son inentendibles, aquéllas se multiplican (como las callampas
después de la lluvia, habría que decir, para estar a tono con el título de esta
columna).
¿Por qué le asignaron
el caso Pentagate a Alberto Ayala?
Ésta es la segunda decisión
inentendible que tomó la Fiscal Nacional (s), y lo es por tres razones:
1.
Porque Alberto Ayala emitió comentarios en
relación con el Pentagate que revelan una predisposición negativa a seguir
investigando a fondo dicho caso, lo que debería inhabilitarlo para hacerse
cargo de él. En tal sentido, la decisión de Solange Huerta se justifica sólo si
el propósito de la misma es enterrar el Pentagate.
2.
Porque Alberto Ayala, según se dice, está en
campaña para ocupar el cargo de Fiscal Nacional, por lo que la decisión de
Solange Huerta necesariamente será vista desde esa perspectiva por todos los
involucrados. En tal caso, por ejemplo, los afectados podrían negociar sus
votos a cambio de una mayor lenidad de parte del fiscal.
3.
Porque Alberto Ayala, según se comenta, carece
de la experiencia necesaria para abordar un caso de dicha naturaleza. ¿Necesito
enfatizar que los casos más complejos deben ser abordados por los
investigadores más experimentados? Es como una ley no escrita. Usted no lleva a
la Fórmula 1 a una persona que apenas aprobó el curso de manejo. Tiene que
haberse probado antes en muchas carreras. Aquí ocurre exactamente lo mismo. El
Pentagate es la fórmula 1; Carlos Gajardo, nuestro criollo Schumacher (o Eliseo
Salazar, si lo anterior le parece exagerado); Alberto Ayala, el conductor
novato que nunca ha participado en una carrera, ni siquiera en monopatín, ya
que siempre ha estado a cargo del área administrativa del autódromo.
En dicho escenario, dado lo
anterior, ¿por qué Solange Huerta lo puso a cargo del Pentagate? Vamos otra vez
al terreno de las hipótesis. Se me ocurren cuatro:
1.
Solange Huerta quiere enterrar el Pentagate, lo
que se lograría al asignar a Ayala, permitiendo que éste materializara las
opiniones que, en forma tan liviana, emitió hace algún tiempo.
2.
Solange Huerta quiere hacerle campaña a Alberto
Ayala, y por ello lo estaría dejando a cargo del caso, para que pueda negociar
personalmente los votos con los votantes.
3.
Solange Huerta conoce profundamente a Alberto
Ayala y ha captado el innato instinto investigativo que, aunque todavía no lo
ha exteriorizado, lleva el hombre consigo. ¿Sabemos los puntos que calza
realmente Alberto Ayala en materia investigativa? Solange Huerta lo conoce
mejor que nosotros y, en una de ésas, resulta todo un hallazgo. El punto aquí
es que darse ese gustito, abrirle la puerta a su protegido para que demuestre
toda su valía, en modo alguno justifica ni el escándalo generado ni los
atropellos cometidos.
4.
Solange Huerta quiere sacar a Carlos Gajardo de
la investigación del Pentagate sí o sí, y ésta es la única forma más o menos
defendible que tiene de hacerlo.
Hipótesis esta última que nos
lleva a otra de las aristas de este caso, la que atañe al que hasta antes de
este terremoto político-judicial, llevaba las riendas del Pentagate.
¿Por qué castigaron a Carlos Gajardo
relevándolo del Pentagate?
Hasta
el momento, nadie ha dado a conocer las razones específicas por las que castigaron
a Carlos Gajardo. Porque, digamos las cosas como son, el hasta hace pocos días
fiscal del Pentagate fue castigado. Recibió una sanción, y ésta fue bastante
dura. ¿O me va usted a decir que debe interpretarse de otra manera el hecho de
que un fiscal esté abocado a full a un determinado caso y, de la noche a la
mañana, se lo quiten? ¿Lo releven de seguirlo viendo? ¿Qué otra interpretación
tiene una decisión como la mencionada? Lo penalizaron, sí señor; no me vengan
con leseras. Le aplicaron un correctivo. Lo que falta es saber por qué.
Aventuremos
algunas posibles razones:
1.
Por mal desempeño
Descartémosla
de inmediato, ya que todas las referencias conocidas establecen que ocurría
justamente lo contrario: que Gajardo estaba haciendo un muy buen trabajo. Era
ésa, además, la percepción que se había instalado en la opinión pública. Había
sacado a la luz varios hechos brutales, como la constatación de que la
estructura completa de un partido político descansaba, según parece, en
financiamiento ilegal; la eventual participación de parlamentarios en delitos
tributarios; nuevos mecanismos de ingeniería financiera creados para defraudar
al Fisco; y algún otro por ahí; y existía la casi certeza de que, en la medida
de que fuese levantando la intrincada alfombra tejida para ocultarla,
aparecería más y más basura. Era cuestión de tiempo. Ahora, gracias a esta
sanción, todo se fue a fojas cero.
2.
Para alivianarle la sobrecarga de trabajo
Descartada
también, ya que cuando usted quiere alivianarle la carga laboral a uno de sus
subordinados, lo releva de parte de ella, pero no se la quita toda. Nadie es
castigado por tener exceso de trabajo. Lo que se hace normalmente, es otorgarle
al afectado mayor apoyo. Y no me va a decir que fue eso lo que hicieron con
Carlos Gajardo.
3.
Por envidia
Puede ser. En una de ésas, su
supervisor estaba celoso.
4.
Para proteger a los eventuales involucrados
Como
ya lo vimos más arriba, también es posible. De hecho, cuando uno camina cera de
la Fiscalía, se siente un fuerte hedor a arreglín.
5.
Para favorecer a los otros fiscales asignándoles
casos de mucha exposición pública
Razón
descartada en al caso de Andrés Montes. Y habría que decir que si ése fue el
motivo por el que le asignaron el caso a Alberto Ayala, la situación se parece
mucho a cuando los piratas liberaban a un cautivo lanzándolo al agua con una
bola de cañón engrillada a uno de sus tobillos.
6.
Para entregar un mensaje al resto de los
fiscales.
Esta
última es la que más me cuadra, fíjese. Y es la que nos lleva a la penúltima de
las aristas que analizaré en este artículo.
¿Existe en el cambio efectuado un mensaje
implícito para el resto de los fiscales?
Si
pensáramos mal, podríamos elucubrar que ésta fue la principal motivación de las
decisiones tomadas por Solange Huerta: enviar un mensaje interno. Darles a
conocer a todos los fiscales las consecuencias a las que se verán expuestos si:
(a) se destacan en demasía en el desempeño de su función; o (b) son
excesivamente acuciosos en sus investigaciones de temas relacionados con la
política. Ambos pecados los cometió el fiscal Gajardo, y eso explica la sanción
que recibió.
Ésta
es una arista en extremo relevante, porque deja varias interrogantes de peso.
¿Cómo queda el clima interno de la Fiscalía Nacional después de este verdadero
terremoto? ¿Qué ocurrirá con el desempeño de los fiscales ahora que se sabe que
si éste tiende a la excelencia, ello ameritará una penalización? ¿Qué sucederá
con los nuevos casos vinculados al mundo político que deban asumir los
fiscales? ¿Serán abordados con dedicación y acuciosidad cuando se sabe que tal
actitud será, en su momento, castigada? ¿Para qué esforzarse en investigar, si
no va a servir de nada? ¿Para qué quemarse las pestañas, si después uno se verá
perjudicado?
¿Lo
convence esta hipótesis? Ahora, si resulta ser la correcta, no me va a decir
que, pese a su malignidad, no es brillante. No sé a usted, pero a mí me queda
claro que el objetivo mencionado está plenamente logrado; que los fiscales
recibieron el mensaje. Desde esta perspectiva, amigo lector, lo que acaba de
ocurrir en estos casos, lo que acaba de hacer doña Solange Huerta, es
gravísimo.
Finalmente, ¿por qué no se tomó en cuenta
el impacto que estas decisiones tendrían en la opinión pública?
Convengamos
que no era necesario poseer poderes paranormales o ser una reencarnación del
Oráculo de Delfos para avizorar la polémica que se iba a armar. Cualquier
persona medianamente informada podía prever que si le quitaban un caso tan
emblemático como el Pentagate a Carlos Gajardo y le asignaban una parte de él,
justamente la que está relacionada con gente de la Nueva Mayoría, al hijo del
senador Carlos Montes, y la otra a un fiscal sin experiencia investigativa,
para el cual los delitos en materia de financiamiento político no existen y que
además se está candidateando para la Fiscalía Nacional, se iba a armar un megaescándalo.
¿Podía
preverlo Solange Huerta? A menos de que sea muy limitada, está claro que sí. Y
si lo previó, ¿por qué entonces tomó las decisiones? ¿Por qué siguió adelante
con tan aberrantes medidas?
Pues,
está muy claro. La respuesta es demasiado evidente. A Solange Huerta lo que
usted, yo y todos los demás chilenos pensemos y digamos le da lo mismo. Le
resbala. No está ni ahí, como se dice ahora. Para ella, su opinión, la mía y la
de todos quienes somos sus mandantes y le pagamos el sueldo, no es relevante;
se sienta arriba de ella; es un cero a la izquierda. Para Solange Huerta, la opinión pública vale callampa.
De
manera que en ésas estamos, estimado lector. Todo el sistema político se siente
con el pleno derecho de faltarnos el respeto, de basurearnos olímpicamente, de
ningunearnos. ¿No cree usted que lo que hizo Solange Huerta sobrepasó el
límite; que está más allá de todo lo tolerable; que es inaceptable? Porque si
no lo cree, entonces ella tiene toda la razón. Valemos callampa.
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