¿Sistema integrado? ¿Hasta cuándo con la tontera?
Nuestro
aberrante sistema de “impuestos integrados” a la renta es indefendible. Es tan
burdo, que no resiste el menor análisis. Es como una casa Copeva: basta una
pequeña llovizna, para que se inunde por completo.
Pero,
preguntará usted, ¿por qué se ha mantenido en el tiempo, entonces? Si lleva ya
30 años de vigencia, y ha sobrevivido a una dictadura, a 4 gobiernos de
centro-izquierda (no estoy contando un chiste; así se han definido ellos) y a
uno de (¿centro? ¿extrema?) derecha.
Para
contestar esa interrogante, lo invito primero a ver a quién beneficia con él.
Cherchez
la femme, dicen los franceses cuando se trata de encontrar la causa de algo. La
expresión, pese a su traducción literal (“busca a la mujer”), se interpreta en
la práctica como “busca quién se beneficia”. Si quieres saber el motivo de
algún determinado suceso (una reforma tributaria, por ejemplo), identifica a
quienes obtienen provecho de él y, más que seguro, podrás averiguarlo. Hoy en
la red están los antecedentes necesarios, así que, estimado lector, lo invito a
hacer la pesquisa. Es muy simple: basta comparar el sistema de impuesto a la
renta vigente en 1983 con su modificación de 1984 (que es la que, con cambios
menores, ha llegado hasta nuestros días), y determinar qué fue lo que cambió
entre uno y otro.
Veamos:
¿dejaron de pagar aunque fuera un peso las empresas por concepto de impuesto de
primera categoría? No; ellas siguieron pagando lo mismo. ¿Dejaron de pagar
impuestos los empleados y profesionales? Tampoco. No hubo variación a ese
respecto. ¿Qué fue entonces lo que cambió? Salta a la vista: el único cambio de
relevancia fue que los dueños de las empresas, los empresarios, dejaron, casi
por completo, de pagar impuestos personales.
Las
cifras que comprueban lo señalado están, disponibles para todo quien quiera
revisarlas, en la página web del SII. En una de mis anteriores columnas
expliqué cómo acceder a ellas. ¿Qué nos dicen? La verdad es que son
impresionantes. De los últimos 10 años, sólo en los tres primeros (2003 a 2005)
se pagaron mínimas cantidades de Global Complementario (casi cero, de hecho, en
el 2004 y el 2005). En los últimos 7 (2006 a 2012) no sólo no hubo pago
adicional por este concepto, sino que hubo devolución. Nuestros empresarios no
sólo no pagaron impuestos personales de su bolsillo, sino que, además, el Fisco
les devolvió parte de lo que habían pagado sus empresas.
Entonces,
amigo lector, ¿quiénes son los beneficiados (los únicos, habría que decir) por
este sistema de “impuestos integrados”? Parece obvio, ¿verdad? Son nuestros
empresarios. Este sistema fue creado para que ellos no pagaran impuestos. En
Chile, estimado lector, en promedio ―hay empresarios que, por desconocimiento o
porque sus sólidos principios se lo impiden, no recurren a martingalas para
eludir o evadir los tributos―, los empresarios NO pagan impuestos. ¿Le quedó
claro?
Pero,
preguntará usted, ¿cómo puede ocurrir una cosa semejante? ¿Acaso los
empresarios no retiran utilidades de sus empresas?
Está
usted bromeando, ¿verdad? Por supuesto que lo hacen, y en enormes cantidades. Y
me anticipo a su siguiente pregunta: no pagan Global Complementario porque descubrieron
la(s) manera(s) de efectuar retiros y no quedar afectos a ese tributo.
Le
describo una, quizás la más usada, para que se entere y se horrorice (si no la
conoce, desde luego, porque entre los empresarios y contadores, y en el SII
imagino, es vox pópuli). Usted necesita una sociedad de responsabilidad
limitada que concentre la propiedad en uno o más socios, pero que deje un
porcentaje ínfimo, un 1% o menor, en manos de alguien de confianza (la esposa,
los hijos, los padres). Se lo explico con un ejemplo:
Suponga
que la sociedad A tiene dos socios, uno (X) con el 99% y el otro (Y) con el 1%,
y que presenta una utilidad después de impuestos de $ 1.600 millones, de los
cuales le corresponden a X $ 1.584 millones y a Y $ 16 millones. Supongamos
además que el socio mayoritario no puede retirar utilidades, porque tiene otros
ingresos que le complican su global complementario. ¿Cómo se retiran entonces
para evitar el pago de global complementario? Muy simple: las retira Y.
Supongamos
que Y retira $ 1.000 millones (tiene derecho a retirar $ 16 millones, ya vimos,
pero supongamos que X lo autoriza, ya que no tiene que pedirle permiso a nadie
más). ¿Cuánto impuesto paga? ¿Está sentado? Le respondo entonces. Paga cero.
Pero no sólo eso, además el Fisco le devuelve parte del impuesto de primera categoría
pagado por su empresa (casi $ 3,5 millones, si ésos son los únicos ingresos que
tiene).
OK.
Ya sé cuál es la siguiente pregunta: ¿cómo puede algo así ser posible? Vaya
usted al artículo 14 A, inciso 1°, letra B de la ley de la Renta, y encontrará
la explicación. Es algo completamente legal, la ley lo permite, pero es
evidentemente ajeno al espíritu de la misma. Le dejo planteadas dos preguntas
al respecto: este sistema de retiro de utilidades, ¿es elusión o evasión? Y si
es vox pópuli, ¿por qué ni el gobierno (me resulta difícil de creer que Piñera,
Carlos Larraín, Golborne o Ruiz Tagle no lo conozcan) ni el Parlamento han
hecho nada para corregirlo?
En
consecuencia, tenemos un sistema de impuesto a la renta brutalmente inequitativo
(se lo repito de nuevo: los empresarios no pagan impuestos), que no cumple con
ninguno de los principios que deben estar presentes en un buen sistema
tributario, que permite elusiones (¿evasiones?) gigantescas. ¿Es ése un sistema
ejemplar, como dicen algunos? Para los sinvergüenzas, tal vez. ¿O
revolucionario, como dicen otros? Bueno, esto último podría ser: que algo sea
revolucionario, no significa que no pueda ser una sinvergüenzura.
¿Y
esa característica de pro-empleo y pro-inversión que le asignan algunos para
oponerse a su modificación? Es interesante constatar cómo la historia se
repite, una y otra vez. Porque esos argumentos son los mismos que se vertieron
(en inglés, desde luego) en el Congreso de Estados Unidos, y se expusieron en
sesudos editoriales de los más importantes diarios de Luisiana (está en
español, para que no me critiquen por el idioma) antes de la Guerra de la
Secesión, para oponerse a la abolición de la esclavitud. La eliminación de tan
inhumana actividad era económicamente inconveniente. Mantenerla, favorecía el
crecimiento, el empleo y la inversión. Argumentos económicos para oponerse al respeto,
a la equidad y a la justicia, y para favorecer el abuso, ¡qué vergüenza! Creía
yo, y cuán equivocado estaba, que en pleno siglo XXI la equidad era lo primero;
que antes de analizar si un sistema “favorece el empleo y la inversión” hay que
preocuparse de que sea justo, de que cumpla el principio de la equidad y
también el del beneficio (“the benefits principle”, de los gringos: todos
(personas e instituciones) deben pagar impuestos en proporción a los servicios públicos
que reciben).
La
verdad es que son demasiados los argumentos en contra de un sistema tan falaz,
inequitativo y vulnerable. No es posible detallarlos todos en el limitado
espacio de una columna. Sin embargo, permítame terminar con una constatación.
Si
usted desea dirigirse a un destino determinado, lo natural es que elija para
ello el camino que todos siguen con tal propósito. Ahora, si usted comprueba
que hay personas que, siguiéndolo, llegaron ya al lugar en cuestión, elegir la
misma ruta no sólo es lo adecuado, sino lo conveniente y lo único razonable.
De
manera que si alguien le propone una vía alternativa que se interna por lugares
inexplorados y cuyo destino es incierto (nadie ha usado ese camino en el
pasado), usted debería mandarlo a buena parte. Las aventuras son para los
aventureros.
Aplique
ahora eso a nuestro tema. Ningún país ha alcanzado el desarrollo con el sistema
de “impuestos integrados”. Peor que eso: ninguno se ha acercado siquiera. Todos
los que lo han logrado, lo han hecho con un sistema donde empresas y
empresarios pagan impuestos por separado. De hecho, todos los países de la
OECD, de la que Chile se ufana de formar parte, con la sola excepción de México
y Chile, usan dicho mecanismo tributario (la salvedad es que en México, más del
50% de la estructura de ingresos del Fisco proviene de la venta de petróleo). ¿Estarán
tan equivocados los economistas de esos países? ¿Serán tan limitados que no son
capaces de visualizar los enormes beneficios potenciales de nuestro sistema? Y
los empresarios, ¿serán tan retardados que permiten que los esquilmen con un
sistema “no integrado”?
30
años de aventuras irresponsables ya son suficientes, estimado lector. Para
vivir ese tipo de vida, recurramos mejor a Indiana Jones o a Quintín el
Aventurero, pero no sigamos perjudicando a la inmensa mayoría de los chilenos.
¡Hasta cuándo! ¿Qué se creen nuestros políticos? ¿Que aún somos inquilinos y
pueden hacer con nosotros lo que les dé la gana?
Lo repito, por si alguien me escucha, ¿hasta cuándo con la tontera?
Estimado, por curiosidad esto aun se mantiene vigente, como el ejemplo que plantea???
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