Asesoría urgente se requiere. Tratar en La Moneda
Para
contradecir a Evelyn Matthei, que arremetió el fin de semana corvo en ristre
tocando a degüello, no le basta al Gobierno con hablar de amargura, rabia y rencor. Es muy posible que esos sentimientos tan negativos estén anclados en el corazón de la ex
senadora como consecuencia de su fallida aventura presidencial, pero sus
destinatarios principales no deberían ser los actuales ocupantes de La Moneda,
sino más bien algunos de sus propios compañeros de coalición (como sabemos, recibió
“fuego amigo” nutrido y a mansalva durante toda la campaña).
Tampoco
le es suficiente con referirse al gigantesco tejado de vidrio de la opinante. Es
cierto que ella representó a los sectores que implantaron el modelo económico
causante de la bárbara desigualdad que nos aqueja. No lo es menos, que entre
sus partidarios figuran quienes plantean que ésta última no es un problema y
que nuestro actual sistema educacional es “la gallina de los huevos de oro”. Y
es efectivo también que algunos de sus compañeros de coalición tuvieron una
intensa participación en el reality “Cocinando con Zaldívar”, que se trasmitió
por todos los canales no hace mucho. Sin embargo, traer a colación tales
verdades no permite desvirtuar en su totalidad sus fuertes declaraciones.
Porque,
reconozcámoslo, aunque no usó ni el tono ni en los énfasis adecuados y deslizó
por ahí algunos más que cuestionables juicios de valor, algo de razón tiene
doña Evelyn.
Veamos por qué.
Michelle
Bachelet estuvo (y aún está) en lo correcto cuando planteó el qué. Nuestro
sistema tributario era una vergüenza (durante los últimos 8 años, los
empresarios no pagaron ni un peso de global complementario; muy por el
contrario, recibieron jugosas devoluciones y efectuaron cuantiosos retiros no
gravados); el educacional es uno de los peores del mundo en materia de segregación
y resultados; nuestro sistema público está estructurado para que los políticos
y sus cercanos hagan su agosto con él; el de salud es, simplemente, impresentable,
al igual que el de vivienda, el laboral, el previsional y el de transporte; la
justicia es pagada y, en consecuencia, funciona como un bien de consumo y no
como derecho ciudadano. Y así sucesivamente.
No
obstante, nuestra Presidenta se equivocó medio a medio cuando propuso el cómo. El proyecto de reforma tributaria, aderezado con las recetas de Zaldívar, no
solucionó el principal defecto de su antecesor: el “sistema integrado de
impuesto a la renta” (si usted escucha a algún experto tributario hablar de las
bondades de dicho sistema, tenga por seguro que NO es un experto), aparte de mantener
impresentables inequidades (la renta presunta, por ejemplo), eternizar el registro FUT (a pesar de que se proclamó a los cuatro vientos que se iba a eliminar) e incorporar
inaceptables complejidades (cuatro sistemas de primera categoría paralelos y una maraña legislativa que se la encargo). El de reforma educacional revela, junto con un erróneo
diagnóstico, un profundo desconocimiento acerca de la forma de enfrentar los
procesos de cambio. El de reforma al binominal no tiene utilidad alguna para el
país (de hecho, sólo favorece a los políticos). Como puede usted apreciar, el
gobierno ha sido hasta la fecha 100% efectivo: todos los proyectos que ha presentado han recibido un cuestionamiento generalizado.
Hay
margen de sobra, entonces, para la crítica. Tal vez no para la despiadada que efectúa
Evelyn Matthei, pero sí para aquélla que pretende mejorar las actuales
estructuras en procura de un Chile más equitativo. Convengamos en que, desde
esa perspectiva, el desempeño del Gobierno hasta la fecha deja mucho que
desear.
Lo
lamentable es que hay demasiado por hacer. Son tantos los ámbitos en donde, si realmente
se quisiera (y si realmente se supiera), se podrían obtener mejorías gigantescas con muy pocos recursos (seguridad, salud, vivienda, financiamiento y trabajo, entre otros), que resulta inentendible que no se
actúe en tal sentido.
De
manera que, con el debido respeto, uno tiene el legítimo derecho de cuestionar
el desempeño del Gobierno. Algo no está funcionando como debiera en el Palacio
de la Moneda. La actual administración no está haciendo bien su tarea. ¿Por
qué? ¿Por falta de conocimiento? ¿Por mala elección de prioridades? ¿Por mala selección de ejecutantes? Es imprescindible saberlo, para poder efectuar
las correcciones pertinentes antes de que sea demasiado tarde.
Mientras
tanto, parece que lo apropiado es poner un aviso en algún medio de comunicación masivo solicitando
asesores. Cuando llega a suplir alguna falencia, una buena asesoría es bienvenida. En las
condiciones actuales, sin embargo, resulta urgente e imprescindible.
Salvo que se pretenda darle la razón a doña Evelyn, por cierto.
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