Los paraísos fiscales: el bisturí de Piñera
Los paraísos
fiscales, —aseguró Sebastián Piñera en Tolerancia Cero—
son como los bisturís: pueden usarse para operar o para degollar.
Convengamos en que este singular
planteamiento es un ejemplo remozado de una tesis muy antigua: que no son las
herramientas las buenas o las malas, sino los usos que nosotros les damos. Como
muestras, además de este novedoso bisturí, están las sogas, los martillos, los
destornilladores, los automóviles y una increíble cantidad y variedad de obras
humanas que pueden utilizarse tanto con fines lícitos y plausibles, como para
propósitos reñidos con la moral o, derechamente, delictuales. Ese sería, según
el ex presidente, el caso de los paraísos fiscales.
¿Es correcto el planteamiento del otrora
presidente y ahora candidato? ¿Es, siquiera, razonable?
Pues, ni lo uno ni lo otro. Se trata
de una monumental falacia ideada para intentar justificar lo injustificable.
Partamos señalando que existen herramientas
creadas ex profeso para hacer daño; para perjudicar a los semejantes en
beneficio de quienes las esgrimen. Hay numerosos ejemplos: los instrumentos de
tortura (¿cuál sería el buen uso que podría dárseles a una “dama de hierro” o a
un potro de tortura?), las armas de guerra (¿cómo podría usarse bien una bomba
nuclear?), la drogas duras (¿a quién beneficia, aparte del traficante, el
consumo de crack?), las mafias (sí, las organizaciones delictuales también son
herramientas creadas por el ser humano; y no me venga a decir que tienen algún
buen uso), las tarjetas clonadas, las colusiones (¿cuál sería el beneficio para
Chile de la colusión del confort?), las comisiones anticipadas de las AFP (ideadas
con el exclusivo propósito de favorecer a tales empresas a costa de perjudicar
a sus afiliados), las facturas “ideológicamente falsas” (medios ilícitos creados
para echar mano a platas ajenas a espaldas de todo el mundo, y que el candidato
debiera conocer muy bien porque sus propias empresas los emplearon), el “goodwill” tributario (concebida e
implementada por Piñera en su primer período, para favorecer a un pequeño grupo
de empresas y empresarios en perjuicio de todos los chilenos), y muchos otros.
Es, también, el caso de los paraísos
fiscales.
¿Cómo funcionan estos supuestos
bisturís? En términos simples, no preguntando a quienes radican allí sus
actividades por la procedencia de sus capitales, y cobrándoles tasas de
impuestos muy inferiores a las que les cobran en sus países de origen por las utilidades
que genera la gestión de estos. Esas son,
como resulta obvio, las razones que llevan a los mafiosos, traficantes,
lavadores de dinero e inversionistas aprovechadores e inescrupulosos, a radicar
allí sus negocios: blanquear capitales cuyo origen es difícil de explicar y
pagar menos impuestos. ¿Cuáles otras podrían ser?
En consecuencia, cualquier
inversionista que utiliza tan perversa herramienta —sea quien sea, incluso si
es una empresa estatal— debería ser sospechoso de alguna de esas conductas (o
de ambas): o estaría lavando dinero proveniente de orígenes espurios o estaría evadiendo
impuestos. No sirven para otra cosa los paraísos fiscales.
¿En cuál de los dos casos está Piñera?
Sería altamente conveniente que, dado que pretende convertirse en presidente,
lo aclarara. Y lo hiciese de una manera que no dejase dudas, por cierto; no
sirven las simples declaraciones alegando inocencia ni el rasgarse las
vestiduras, reclamando algún tipo de persecución política. Tampoco, el aclarar
que hasta el momento de radicarse en las Islas Vírgenes sus empresas tenían
todos sus impuestos al día —eso debería ser algo obvio (aunque, debo
confesarlo, tengo mis dudas); la evasión se produce después que la empresa se
radicó en el paraíso fiscal—. Se requiere evidencia documentaria que demuestre
tanto el origen de los fondos cuya administración se trasladó al paraíso fiscal
(solo en teoría, porque en la práctica se sigue efectuado en Chile), como la
inexistencia de la evasión. Por ejemplo, sus declaraciones tributarias en las
Islas Vírgenes y los balances de sus empresas offshore.
Y, desde luego, si insiste en su ridículo planteamiento del
bisturí, que nos diga cuál es el “buen uso” que el haber radicado algunas de
sus empresas en paraísos fiscales, tiene en su caso. Un “buen uso” que, por
cierto, no genere perjuicio fiscal para Chile.
El asunto de la posible evasión queda
patente si se considera que las
empresas offshore de Piñera, radicadas supuestamente en las Islas Vírgenes,
desarrollan la totalidad sus operaciones en Chile. En efecto, sus estructuras
administrativas no están en el paraíso fiscal, sino en el corazón financiero de
nuestro país —Apoquindo 3600, según se sabe—. Ahí están sus oficinas, gerentes, ejecutivos y
personal operativo. Desde allí, dichas empresas se gestionan, echando
mano a recursos de origen nacional y recibiendo, de manera gratuita (esto es, siendo
beneficiarias de un subsidio), servicios públicos financiados por todos los
chilenos, incluso los más pobres (iluminación pública, urbanismo, red vial,
aseo, tribunales, policía, sistema legal, económico y laboral, entre muchos
otros). Desde dicho lugar, gracias a esa gestión, se generan todas sus
utilidades.
Pese a ello, sin embargo, dichas
utilidades no tributan en Chile, sino en las Islas Vírgenes Británicas. ¿Qué le
parece? Eso, ¿no sería una evasión?
Y las mencionadas empresas offshore,
que desarrollan nutridas actividades no declaradas en Chile, ¿no serían, acaso,
empresas informales?; ¿Tan informales como esos carros de sopaipillas que
circulan por las calles durante la noche? Y, ¿no deberían, en consecuencia, ser
fiscalizadas como tales? ¿O su tamaño y los contactos de su propietario las
eximen de tal fiscalización (cosa que no ocurre, por cierto, con los carros de
sopaipillas)?
Lo anterior se agrava si se considera
la situación de los empleados de Piñera. Todos ellos residen en Chile. Acá están sus familias, sus amigos y parientes,
los colegios a los que concurren sus hijos, y los lugares donde desarrollan sus
actividades sociales, deportivas, culturales y de entretención. Acá está su
vida. Y también está acá, por supuesto, su fuente laboral.
Frente a ello, la pregunta que cabe hacerse es, ¿dónde se les pagan sus
remuneraciones? ¿En Chile o en las Islas Vírgenes Británicas?
Si ocurre lo segundo, aunque solo sea
de manera parcial, estaríamos en presencia de una posible evasión tributaria,
puesto que dichos funcionarios estarían declarando menor renta de la que
realmente perciben y, en consecuencia, estarían pagando menos impuesto del que
les corresponde.
Si ocurre lo primero, estaríamos en
una situación aún peor, puesto que ello significaría que en otras empresas de
Piñera se estarían reconociendo gastos que no les corresponden a ellas sino a
las empresas offshore, rebajando con ello indebidamente su RLI y disminuyendo
de manera fraudulenta, en consecuencia, sus impuestos. De ocurrir algo así, sin
dudas, estaríamos en presencia de una evasión tributaria.
Hay una tercera posibilidad: que
Piñera haya ampliado el giro de alguna de sus firmas, agregándole el servicio
de gestionar sus firmas offshore. En dicho caso, las remuneraciones del
personal de estas les serían pagadas con cargo a dicha firma, la que los
rebajaría de los ingresos que percibe por sus servicios. Estaríamos, entonces,
en una situación donde una empresa soporta todos los gastos de la gestión de
las empresas offshore, pero reconoce una parte ínfima de sus ingresos. Otra vez
evasión por donde se la mire.
La verdad, estimado lector, es que
este asunto de las empresas offshore de Piñera hiede. Necesitamos explicaciones
urgentes, no solo para clarificar de manera definitiva por qué el candidato las
creó, sino también para entender cómo alguien así, con esos principios, con esas
compulsiones, con esa conducta brutal de aprovecharse del resto en beneficio
propio, puede no solo estar postulando a la presidencia, sino además tener
posibilidades concretas de acceder a ella.
¿En qué clase de país vivimos? ¿Me lo
pueden explicar?
Comentarios
Publicar un comentario