Chile, un país de vasallos
La desigualdad ―ese fenómeno que se produce cuando entre todos fabricamos una torta, pero sólo unos pocos reciben un pedazo grande de ella y el resto, nada más que migajas― es un flagelo que ha azotado al mundo desde siempre. Algunos arguyen que es consustancial a la naturaleza humana; que nuestras capacidades, habilidades y motivaciones son disímiles, y los frutos de éstas ―entre ellos el nivel de ingresos―, como es lógico, también. Otros, que el nivel educacional de las personas es el que la genera; que quienes ostentan competencias elevadas deben, si todo funciona como corresponde, acceder a rentas superiores que aquéllos que no las tienen (piense usted en un médico vs un albañil, por ejemplo); y que, en consecuencia, es la educación el vehículo para superarla. Algo de razón tienen. Sea por la causa que fuere, lo concreto es que siempre habrá desigualdad. Eso no tiene remedio. No obstante, ésa no es la cuestión pertinente. La verdadera interrogante, aquélla que tenemos la ...